Solo

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Joaquín POV

Había corrido hasta que las piernas no me dieron para más, no quería que nadie me tocara, mi omega se sentía pequeñito y adolorido, finalmente fui consciente de que no solo estaba siendo terco y testarudo, él de verdad quería lastimarme.

No sentía mi miedo, ni mi tristeza, porque lo único podía sentir por mí era asco. Mi aroma le daba asco. Había cientos de cosas que dolieron mientras las gritaba, pero esa simple confesión rompió una parte de mí que se aferraba a él con todas sus fuerzas. Ahora solo me quedaba un corazón hecho pedazos y un frío insoportable que dudaba alguien pudiera curar.

Me detuve justo frente al hospital, ni siquiera me había dado cuenta a donde estaba yendo, después de todo ella ahora era mi único lugar seguro, limpie mis lágrimas con las mangas de mi sudadera y fui directo a su habitación, fruncí el ceño al darme cuenta que no estaba ahí, una enfermera entró después de mí y me dedico una bonita sonrisa.

―Debes ser el hijo de Elizabeth, ella me ha hablado mucho de ti. ―no recordaba haberla visto antes al cuidado de mi mamá. ―Ella está en la terraza del tercer piso, se levantó de mejor ánimo y me pidió salir un rato, puedo llevarte si quieres. ―asentí sin poder responder con palabras, ella me guío por los pasillos hasta una pequeña terraza con flores de todos los colores.

Ella estaba sentada en una mesita mirando el cielo, el sol le daba en rostro, tenía los ojos cerrados y una sonrisa dulce en sus labios, sonreí observándola, se veía mucho mejor ahora, la enfermera se despidió dejándonos solos y me acerque a mi mamá en silencio.

―Hola. ―susurré sentándome a su lado, abrió sus bonitos ojos y su sonrisa se volvió aún más hermosa. Siempre amo estar rodeada por las flores de primavera.

―Cariño ¿qué haces aquí tan temprano? ―exclamó rodeándome con sus brazos tiernamente, íbamos a estar bien, mientras estuviéramos juntos todo iba a estar bien.

―Salí antes de la escuela y quería pasar el día contigo. ―susurré recostando mi cabeza en su hombro, ella beso mi mejilla y metió sus dedos entre mis chinos calmando un poco el dolor. ― ¿Cómo estás?

―Mucho mejor, pude salir de la cama y llegar hasta aquí sola. ―exclamó emocionada, sonreí sinceramente. ― ¿Pudiste hablar con Emilio? ―un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar su nombre, todo el fin de semana estuvimos hablando de él, quería pedirle perdón por los problemas que le había causado, me trague el nudo en la garganta y asentí, ella estaba teniendo un buen día, no necesitaba mis problemas ahora.

―Sí, estamos bien ahora. ―susurré con una mentira que dolió al salir de mis labios, no solo no estábamos bien, nunca íbamos a estarlo. ―Pronto saldré de vacaciones, quizás podamos ir de vacaciones como querías.

―Podemos ir a la playa, extraño el agua tocando mis pies. ―murmuró soñadora. ―Podríamos hacer un castillo de arena como los que hacías con tu padre ¿recuerdas? ―asentí pensativo, había pasado mucho tiempo. ―Me alegro de que estés bien con Emilio ahora, sé cuánto daño te hacía no tenerlo a tu lado.

Nunca tuve a Emilio a mi lado.

Y nunca iba a tenerlo.

― ¿Por qué siempre estás preocupada por eso? ―murmuré con la voz temblorosa, no quería hablar de él. ―No solo por él, sino por todos mis amigos.

―No lo sé, temía que algo que me pasara y no tuvieras nadie a quien aferrarte. ―susurró melancólica. ―Cuando perdí a tu padre, lo único que me mantenía viva eras tú, ver tu dulce sonrisa en las mañanas y sentir tu cuerpecito aferrándose al mío por las noches. ―explicó con una sonrisa cariñosa. ―Pero entonces empecé a sentirme más y más cansada, tenía miedo que, si te faltaba, no tuvieras a nadie y enfermeras igual que yo. ―un temblor recorrió todo mi cuerpo, no quería ni imaginarme un mundo donde ella no estuviera. ―Si tenías a tus amigos y a tu alfa, todo estaría bien. Ellos cuidarían de ti.

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