Extra: El Omega más Dulce

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Diego POV

La primera vez que su aroma me atrapo fue esa mañana en que decidió marcar a Joaquín, mi omega se altero dando volteretas en mi interior, hasta que comprendió que el aroma no venía del alfa, sino del diminuto omega que resultaba ser mi mejor amigo y la amargura lo tiro al suelo.

Nunca creí fielmente en los destinados, sonaba dulce y romántico, pero parecía una locura creer que, en un mundo con millones de personas, tenía que encontrar a una cuyo aroma fuera todo para mí, sonaba a una broma del destino tener que ir por ahí rogando que de la nada un extraño chocara contigo para volverse la persona que tanto habías esperado.

Para Joaquín fue sencillo, lo encontró sin siquiera buscarlo y todos sabíamos de las furtivas miradas de Emilio sobre él, eran como el juego del gato y el ratón, donde curiosamente el alfa era la presa. Al final todos sabíamos que se pertenecían, incluso si Emilio era un idiota incapaz de aceptarlo.

Quizás después de todas sus peleas era fácil dejar de creer en ello, por eso nuestros amigos hacían de todo para apartarlos creyendo que eso cortaría el lazo invisible que los unía, pero yo aun podía verlo en la forma en que Emilio buscaba su aroma por los pasillos y Joaquín suspiraba cuando su alfa pasaba peligrosamente cerca de nosotros, eran dos imanes decididos a juntarse de nuevo.

A veces lo envidiaba un poco, porque tenía a su alfa, había encontrado su aroma para toda la vida, no tenía que buscar más y, aun así, el alfa que mi omega clamaba era suyo, también había caído ante su inocente sonrisa.

Nunca se lo dije a nadie, sabía que a Joaquín realmente no le importaría, su corazón ya le pertenecía a alguien y no era ese alfa, el problema eran todos los demás que esperaban ciegamente que el omega de Joaquín se encariñara con el alfa del pelinegro.

Mi omega gimoteaba dolido cada que escuchaba a nuestros amigos lo bonitos que se verían juntos, quería decirles que no creía que Andrés fuera el alfa para Joaquín, pero él se veía tan enfermo que me sentía egoísta de siquiera pensarlo y de todas maneras ese alfa ni siquiera me miraba.

Había ido a todos sus partidos ese año, su aroma me traía dando vueltas por los pasillos y la forma tan dulce en que trataba a Joaquín solo me hacía desear por un segundo cambiar lugares con mi amigo, no sabía como no se daba cuenta de la forma en que mi cuerpo involuntariamente buscaba su calor, sentándome del otro lado del que colocaba al omega que cuidaba tan tiernamente, cerrando los ojos para fantasear con que eran para mí sus preguntas y atrapando su aroma para después.

Después de unas semanas mi omega se obsesiono con el aroma de Joaquín, porque siempre olía a él y temía cada día que esa mañana descubriría la marca en el cuello del castaño, pero entonces el alfa de Joaquín volvió y no tardo ni una semana en tener la marca que tanto había deseado.

Era patético celebrar por ello, cuando Andrés ni siquiera me veía, pero mi omega estaba feliz de comprobar que Joaquín no anhelaba al mismo alfa que yo, no dije nada, no era mi secreto, espere hasta el momento en que mi castaño amigo decidiera decirlo, con la esperanza de que ese día, él se cansara de esperar por un imposible.

Fue entonces que Joaquín desapareció, él había salido del salón en silencio con las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes, igual que cuando llegaba tomado de la mano de Emilio, había dicho que iría al baño y ya que había mejorado tanto, supuse que podría hacerlo solo, no fue sino hasta mitad de clase cuando me di cuenta que algo iba mal, el profesor no me dejo salir a buscarlo y envíe un montón de mensajes a todo el mundo, nadie estaba contestando, así que apenas termino la hora, tome nuestras cosas y salí a los pasillos preocupado.

―Diego ¿Qué paso con Joaquín? Acabo de leer tus mensajes. ―su voz diciendo mi nombre distrajo un instante a mi omega y su aroma me trastorno un poco más, un nudo se formo en mi vientre y mi cuerpo entero tembló de anticipación. ―Diego.

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