Te dije que éramos destinados

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Emilio POV

Regresé a la sala de espera con un cúmulo de emociones que amenazaban con salir en cualquier momento, sostenerla en mis brazos me había llenado de una sensación de paz que no creía poder sentir en ese momento, pero una vez estuve solo de nuevo los miedos volvieron, no podía sentir dolor, ni tristeza, había un silencio al otro lado que me erizaba la piel, lo último que supe de él fue que estaba en cuidados intensivos y desde entonces no tuvo cambios, la doctora me dijo que había perdido mucha sangre, pero había logrado controlar la hemorragia a tiempo y ahora solo nos quedaba esperar a que su cuerpo se recuperara.

Podían pasar unas horas o incluso días, no teníamos nada seguro en ese momento.

― ¿Cómo está? ―Diego fue el primero en acercarse, me había dejado caer en una silla de la sala de espera, estaba cansado, pero no podía ni pensar en dormir. Lo miré sin saber que decir.

―Lo tienen en cuidados intensivos. ―murmuré sin emoción en mi voz, solo deseaba que el tiempo pasara más rápido y él volviera a mirarme con esos ojitos marrones que tanto amaba. La mirada de Diego me mostró un reflejo de mi propio dolor.

― ¿Y su cachorro? ―susurró consternado, solo entonces pensé en que todas las personas ahí no tenían noticias desde que entramos al quirófano, pues aun cuando Joaquín tenía tutores legales, como su alfa tenía prioridad y había recibido cada mínimo detalle de su avance. En cambio, todos ellos estaban en blanco.

―Es una niña. ―respondí con una ligera sonrisa, mi pequeña Elizabeth era la bebé más hermosa que pudiera haber en este mundo. Diego correspondió a mi sonrisa con su rostro iluminado. ―Ella está bien, fue como si él supiera que tenía que mantenerse despierto hasta que nuestro cachorro naciera. ―murmuré hasta que algo se quebró en mi interior.

Mis lágrimas alertaron a todos los presentes y pronto estaba rodeado por todas esas personas que luchaban por llegar a mí para brindarme un consuelo, era una ironía que tuviera que estar al borde para que todos se dieran cuenta que nada de esto había sido fácil, que no iba a bailar de alegría solo porque nuestra hija estaba bien como si él no me importara en absoluto.

Verme llorar en brazos de Azul era probablemente lo más bizarro en la situación, en ese instante no me importo que me vieran llorar, ni lo que dijeron antes de esa noche, solo quería aferrarme a algo o alguien hasta que él despertara.

Personas entraban y salían de la sala de espera, no tenía mucha información de mi castaño, solo repetían que seguía estable, pero no había despertado, cada cierto tiempo me llevaban con nuestra pequeña, según la mujer encargada del área, un recién nacido necesitaba el calor de sus padres y ya que Joaquín no estaba ahí, era mi deber hacerla sentir segura, le había dado de comer por primera vez con un biberón y fórmula especial, tuvieron que enseñarme a hacerlo porque no tenía idea que estaba haciendo, pero mi pequeña ni siquiera parecía darse cuenta que era un completo inútil sin su padre aquí.

Los amigos de Joaquín se turnaban para salir a buscar comida, les había sugerido que fueran a casa, ya que no creían que fuera a despertar pronto e incluso si lo hiciera ninguno podría entrar, pero me sorprendió comprender que no era solo por él por quien seguían aquí.

Habían pasado veinte horas, él no mostraba cambios y yo luchaba con mantenerme firme, no quería que mi aroma alterara a mi pequeña cuando la sostenía en brazos, estaba oscureciendo afuera cuando fueron a buscarme de nuevo para ir con ella.

Podía ver la desesperación en los rostros a mi alrededor, supuse que quizás sentirían la misma paz al verla, después de todo era una copia exacta de Joaquín y no podías no amar a alguien que era tan parecido a él.

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