FINAL: Soy un espía secreto.

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Joaquín POV

Estuvimos en el hospital dos semanas más, el único que estaba obligado a quedarse era yo, pero mi rizado se negaba a moverse de mi lado y por tanto nuestra pequeña tampoco iba a ningún lado, aún me dolía el cuerpo y había días que dormía más de lo que me gustaría.

Los horarios de nuestra cachorra se habían acoplado a los míos y después de unos días cuando me quitaron los medicamentos y los análisis salieron limpios, pude alimentarla por primera vez, aparentemente Emilio había recibido clases de una enfermera y pudo enseñarme a acomodarla perfectamente en mis brazos para que comiera sin problemas.

―Ojala podamos llevarla a casa pronto. ―murmuré mirándola con una sonrisa en mis labios, Emilio estaba sentado a mi lado en la cama, acariciando la pelusita que tenía por cabello nuestra pequeña Elizabeth.

―En cuanto salgamos de aquí no volveremos a sostenerla en brazos en un buen rato, porque todos se mueren por cargarla. ―exclamó mirándola con dulzura, lo observé curioso y sus ojos se posaron en los míos mostrándome ese bonito brillo que tenía desde que había despertado.

― ¿Nadie la ha cargado? ―él negó rápidamente y sonreí confundido. ― ¿Por qué no?

―Podrían lastimarla o pegarle un aroma que no sea el tuyo. ―sonreí enternecido, ambos sabíamos perfectamente que ella podía pasar por los brazos de todos nuestros amigos y aun así su aroma no cambiaría, pero era dulce verlo todo sobreprotector.

―Eres un papá celoso ¿no es así? ―susurré con los deditos de mi pequeña aferrados a los míos y con la vista aun clavada en él.

―Un alfa cuida a su manada. ―respondió encogiéndose de hombros, sonreí y unió nuestros labios delicadamente, nos quedamos en silencio observándola quedarse dormida, una vez termino de comer Emilio la tomo en brazos para sacarle el aire, caminando con ella por la habitación, en los días que estuvieron solo ellos dos, Milo había aprendido pequeñas cosas que le gustaban.

No sabía cómo después de seis meses tirado en una cama mi cachorra había desarrollado un amor a que la arrullaran mientras caminaban, en el fondo creía que solo le gustaba estar en brazos de su papá. Una vez la dejo en el cunero se acercó a mí para acomodar mis almohadas cuidadosamente y dejar uno que otro beso en mi rostro.

―Quiero ir a casa. ―susurré tomando su mano contra mi mejilla, sonrió de lado y asintió.

―Yo también quiero llevarlos a casa. ―respondió en esa voz ronca y dulce que tanto amaba.

―Quiero ir a casa solo nosotros tres. ―murmuré mirándole a los ojos, él frunció ligeramente el ceño sin comprender a que me refería. ―Sé que pronto iras a la universidad y no tenemos mucho dinero, pero quiero que vivamos en mi casa, solo nosotros tres. ―expliqué con las mejillas sonrojadas.

―No iré a ningún lado sin ustedes. ―prometió entrelazando nuestros dedos. ―Si eso quieres, eso haremos. ―añadió con una sonrisa. ―Aunque quizás deberíamos comprar una cuna primero.

―O puede dormir con nosotros. ―exclamé imaginándola en nuestro nido, para mi sorpresa Emilio negó de inmediato. ― ¿Por qué no?

―Elizabeth necesita su cuna, porque en cuanto su papá esté completamente sano su otro papá lo va a tener ocupado en nuestra cama y ella no puede ver eso. ―mis mejillas se tiñeron de un rojo intenso mientras mi boca se abría sin poder creer que hubiera dicho semejante cosa en un hospital. ―Pero compraremos condones esta vez, no creo soportar otro susto de estos.

―Emilio Marcos, eres un pervertido. ―susurré perdido en su sonrisa, en realidad no habíamos vuelto a estar juntos desde ese fin de semana ocho meses atrás y ahora que los recuerdos se agolpaban en mi mente, definitivamente Elizabeth necesitaría su propia cuna, porque quería a mi alfa para mí solo al menos unas horas.

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