Gwen Trainor.
Santos cielos, el sueño me comía. Mi cara tenía las pequeñas líneas de las marcas de la sábana, podía oler la saliva por toda mi mejilla izquierda, y aseguraba que mi cabello daba asco. Debía levantarme, o tal vez podía faltar hoy. Si claro, como si eso fuese posible para mí. El sueño de verdad me consumía, estaba sentada en mi cama envuelta en mi cobija del rey león, con los ojos cerrados luchando por moverme. Odiaba los lunes, eran una miseria. Quizás porque empezaban con Warren, o porque hoy en el menú de la cafetería no incluían papas fritas, amaba las papas fritas, comenzar un día sin papas fritas no era un día completo. Lo sé, no es para nada saludable, pero realmente las amaba.
Mi teléfono sonaba, ese molestoso ruido me sacaba de la paz mental en la que me encontraba. Es una satisfacción levantarte y volverte a dormir sabiendo que pronto tendrás que volver a levantarte. A ciegas, mi mano lo comenzó a buscar por si sola, arrastrándose por toda la cama, hasta que palpé la pantalla fría y vibrante. Deslicé y atendí.
—¿Hmm?— mi voz salió como un zumbido.
—¿Estás lista? Estoy saliendo, llego en cinco minutos.
—¿Qué? Di—digo ¿Quién es? — balbuceé.
—Ya veo que sigues dormida —lo escuché reír. Restregué mis ojos y sacudí la cabeza para despertar. ¡Era Graham! Oh mierda, olvidé que anoche me escribió y me dijo que pasaría por mi ésta mañana, mierda, mierda, mierda.
—¿Qué? ¿Dormida? No para nada, estoy acomodando mis libros, te espero— colgué para rápidamente salir de mi cama hacia la ducha. No permitiría que me viera en estas condiciones. Me desvestí dejando mi ropa regada como un pequeño sendero en mi cuarto, hasta llegar a la regadera. Maldición el agua estaba helada, daba pequeños brinquitos para disipar el frío. ¿Eso ayudaba en algo? No lo sé, lo hacía desde que era una niña. Cinco minutos, tengo cinco minutos para terminar de bañarme y vestirme.
Al terminar de bañarme corrí hasta mi armario para buscar algo que ponerme. Mi ropa era un desorden, siempre me sucedía esto, siempre terminaba desordenándola toda porque a última hora decido despertar y me encuentro apurada. Revisándola no encontraba nada que me gustara, era fácil cuando Graham no me prestaba atención, y ahora que lo hace, me esfuerzo por causarle una buena impresión. Pero era mi misma ropa de siempre, no he comprado más desde más o menos un año y medio. Veo las consecuencias de haber rechazado las ofertas de mi madre para ir de compras.
Estresada me desplomé en el suelo. Graham estaría por llegar y aún no sé qué ponerme. Miraba cada prenda en mi closet, tal vez podría usar esa camisa corta de color amarillo que tanto me encanta.
—No mejor no, esa la he usado millones de veces—murmuré para mí misma mientras seguía escaneando. Me fijé en lo último del armario y detallé el suéter azul de Hult, aún lo tenía conmigo, al ponerme de pie lo tomé y lo pegué a mi nariz este aún despedía ese olor a perfume de hombre con un suave olor a menta, me encantaba. Hacía mi corazón acelerar con tan solo olerlo. Era una buena elección, ni siquiera lo pensé una vez más para deslizarlo por mi cuerpo, junto a un short alto. Con el suéter puesto ni se notaba que llevaba algo abajo, me puse mis tenis y en tiempo récord oí la corneta del auto de Graham sonar afuera. Agarré mi bolso y bajé las escaleras casi volando.
—¿Te vinieron a buscar?—cuestionó mi madre desde la cocina tomándose una taza de café. Mi padre estaba junto a ella desayunando.
—¡Sí, los amo! —grité con esperanza de que oyeran antes de cerrar la puerta detrás de mí.
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Ángel 234(I&II)
RomanceUn caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colores. Un desorden antinatural perfecto, lleno de oscuridad y desastres. Cada persona que cruza por nuestra vida hace un impacto. Y Hult Sulli...