Capítulo 8.

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Gwen trainor.


—¿A dónde iremos? —inquirí acercándome a él.

—¿Podrías confiar en mí? — volvió a extender su mano, no tenía en claro absolutamente nada y ni siquiera dudé en responder.

Extendí la mía y tomé la suya —Lo hago—aseguré firme. Hult estampó una sonrisa en sus labios, entrelazó nuestras manos y me jaló dirigiéndome a donde sea que estuviésemos yendo.

No comprendía de dónde venía esa electricidad que pasa por mi cuerpo con sólo tocarlo, parece casi mágico y se siente en lo más interior de mi corazón. Como si este reaccionara a electrones de felicidad, mandando pequeños electros por mis venas. Al tocar a Hult, en mis venas dejaba de recorrer sangre. Recorrían volteos gigantes de esta misma.

Y esa sensación, fue una sensación bastante extraña, escalofríos, pero no venían por Hult. Una voz en mi cabeza me dijo que volteara. Y al hacerlo, de reojo vi a Atom que nos miraba fijamente, parecía furioso. Podría decir que hasta más que la semana pasada. Era casi aterrador, esa mirada fija nos seguía. Dudé en decirle a Hult, pero opté por no hacerlo. Tal vez confundía las cosas.

El chico me llevó hasta el aparcamiento del instituto donde los estudiantes con autos, claramente los estacionaban. Recorrimos alrededor de varios carros hasta que nos detuvimos en uno de color negro, que al parecer era el suyo, era el mismo en que había venido ayer a mi casa, Hult sacó unas llaves de su bolso y con un clic hizo sonar el seguro de su carro. Me llevó hasta la puerta del copiloto, la cual abrió y con un movimiento de mano me indicó que entrara.

—Hay un alto porcentaje de que se den cuenta de nuestra ausencia —espeté y el chico arqueó una ceja.

—¿Ya te estás arrepintiendo Gwen Trainor? Qué rápido.

—Es que me da miedo —le confesé y posó una sonrisa burlona en él.

—¿Si no es ahora, cuando será? — adoptó gestos neutros, muy serios —Gwen, las personas esperan tanto, gastando tiempo limitado de sus vidas. Llegará el día, en que lamentablemente te preguntarás: ¿Por qué no hice esto? Pero ya no podrás hacer nada por recuperarlo. El tiempo es irrecuperable.

Él tenía razón. Así que asentí y me subí al auto, cerró mi puerta y en cuestión de segundos ya se encontraba en su asiento. Giró la llave del auto y lo encendió, retrocediendo hasta poder avanzar a la salida. Y una vez hecho esto, salimos del instituto. Era una rebelde.


—Deberías relajarte, es un paseo —Hult miraba mi pierna que no paraba de moverse ansiosamente. La detuve y respiré.

—¿Has hecho esto antes?—aunque era muy obvia la respuesta, quería tener seguridad.

—Cientos de veces, no pasará nada.

—¿Lo prometes por el meñique? —pregunté alzando mi dedo. Me miró con desdén y negó.

—Ni creas que volveré hacer esa ridícula promesa — bufó —Además si nos descubren, diré que fue tu culpa, que me obligaste y me torturaste para que escapáramos.

Lo miré indignada. Solté un golpe en su pierna y este hizo una queja de dolor, pasándose la mano por el lugar.

—Eres muy exagerado Hult Sullivan —lo acusé entre risas.

El chico ladeó su cabeza para poder mirarme de reojo, había formado una sonrisa muy dulce en sus labios, sus hoyuelos ahora marcaban sus mejillas —¿Sabes Gwen?— pronunció mi nombre lentamente —Me gusta cada vez que me llamas por mi nombre completo.

Ángel 234(I&II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora