Capítulo 25.
Hult Sullivan
A mitad de mañana los padres de Gwen me cedieron la oportunidad de pasar a verla. Temía hacerlo, temía ver en el estado que quedó. Me situaba en frente de la puerta, con la mano puesta en la manija, no la movía.
—Si no quieres hacerlo, está bien Sully —dijo Camille detrás de mí, prestándome su apoyo. La miré de reojo y eché afuera un suspiro.
Traté de no pensar y abrí la puerta, pude oler ese aroma saliendo por la abertura. Olía a medicinas y herdex. Gradualmente empujaba la puerta hacia atrás, pudiendo visualizar esa cama blanca de hospital, con la chica puesta sobre ella. La chica quien llevaba una pierna completa enyesada, elevada sobre una cuerda que se la sostenía. La chica quien llevaba hematomas y rasguños por sus brazos y un tubo de oxígeno dentro de su boca. Carajo, estaba terrible. Gwen pagó las jodidas consecuencias, consecuencias que no le correspondían al igual que a Callum. Desde este punto, solo dormía, nada más que eso. El corazón se me arrugó, y mis piernas tambalearon como gelatina a medida que me iba acercando.
Su cabeza llevaba una venda, cubriéndola. Ella estaba desecha, me enojaba verla así. Me enojaba verla de esta manera, con su cuerpo lastimado y agujas dentro de sus brazos. Mi cara ardió, por como la llevaba contraída, aguantando las ganas de llorar. Quería que despertara y me hiciera esas miles de preguntas que nunca respondía, que me mirara y me sonriera. Ya no quería verla más de esta forma, no lo resistía. Dejé mi peso puesto a un lado de la cama, lo suficientemente cerca y cuidadosamente al lado de su cuerpo. Qué jodido que estuviera conectada a un respirador, maldito Beans. Espero que se haya retorcido en su propia muerte por todo lo que causó.
—Todo acabó Gwen, ya toda ésta miseria terminó —le susurraba, le susurraba desde el fondo de mi alma, con ese nudo envuelto por mi garganta. Tomé su mano entre la mía, su pequeña mano fría. La cubrí entre las dos mías, para darle calor —Despierta... Eres lo único que me queda, eres mi única Familia. Lo siento por esto, tenías razón. Soy un estúpido.
Su dedo índice tenía el gancho que la conectaba al monitor de latidos. Aparte de su respiración, se oían esos molestosos ruidos que señalaban la regularidad y la irregularidad de su corazón. Me causaba pánico. Me incliné hasta ella, con mucho cuidado de no golpearla con mi cuerpo, o mover su tubo, y deposité un beso en su frente, un largo beso.
—¿Me explicarás por qué actúas de ésta forma? —indagaba sobre la actitud de ésta pequeña niña. Estaba sentada en su cama, con sus piernas cruzadas como indio, y una gran línea recta en sus labios. Desde que llegó del colegio ha tomado esta actitud seria.
—Ya no quiero ir más al colegio, más nunca en mi vida —espetó. Cuando se molestaba me daba mucha gracia. Quería entender la razón de su estado.
—¿Y por qué no quieres ir más? ¿Te hicieron algo? ¿Te molestaron? —a cada pregunta que le hice, la respondió con un movimiento de cabeza negativo.
—No quiero hablar de eso —susurró, con su mirada en el suelo, ahora sus labios se encorvaban. Sentía su tristeza parte de mí, ella estaba triste, pero es difícil convencerla cuando no quiere hablar.
Pinché su estómago con mi dedo, logrando que una risa entrecortada fuera expulsada de su boca.
—Habla conmigo, cuéntame que sucedió para que estés así —pedí. Vencida, dejando aparte su resistencia, sostuvo su mirada con la mía. Sus pequeños ojos azules del color del cielo a las seis de la tarde.
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Ángel 234(I&II)
RomanceUn caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colores. Un desorden antinatural perfecto, lleno de oscuridad y desastres. Cada persona que cruza por nuestra vida hace un impacto. Y Hult Sulli...