Capítulo 28.

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Gwen Trainor.


La mañana de este día comenzó fría. Último día del fin de semana, tenía que disfrutarlo. He pasado toda la mañana acostada en mi cama, ni siquiera he bajado a desayunar. Mi mamá me levantó muy temprano para decirme que irían a casa de mi tía, desde ese entonces estoy sola. Era domingo, los domingos son completamente aburridos, y más si el día ha estado lluvioso. No provocaba ni poner un pie fuera de la casa. En este preciso instante debería estar estudiando para un examen de la materia de Warren, pero tan solo pensar en tener que abandonar mi cómoda y cálida cama, es toda una tortura.

Mi estómago rugía en forma de protesta, luchando por comida. La hora del almuerzo llegaba y yo aún no comía. Con esfuerzo terminó venciéndome el hambre y no tuve de otra que bajar y prepararme algo para comer o tal vez el almuerzo. Si no, las dos cosas juntas. Podría comerme un camión entero si fuese posible. No he tenido apetito estos últimos días. Pero no porque me sienta mal, creo que mi pérdida de apetito es debido a la emoción. ¡Hult dijo que estaba enamorado de mí! Eso es exorbitante. Jamás pensé que yo lo estaría de él.

Hoy muy temprano me escribió, a la misma hora en que mi mamá se fue. Pasaría por mi para ir a otro de sus lugares sorpresas, a pesar de que me causaba intriga saberlo, era mejor cuando lo mantenía en secreto. El viernes, ir con Hult fue la mejor decisión que tomé. Lo maravilloso de ver las estrellas fuera de la ciudad, el silencio que nos envolvía con tan solo el ruido silvestre, los murmullos de nuestras voces y las risas gloriosas de Hult. Está oficialmente calificado mi día favorito en toda mi vida. Otra cosa que nunca llegué a pensar es que, no sabía que Hult... No sabía de la forma en que entraría Hult a mi vida, en un torbellino de intensos colores. Antes solo era ese grosero y rebelde chico que conocí aquel día en la dirección, y ahora es todo lo que deseo. Creo que me estaba acostumbrando a él, no quería darme cuenta de que Hult no había tomado una decisión respecto a nosotros y a él. Sin embargo, era lo que menos me importaba en estos momentos. Mi felicidad podía más con todo.

Acabé de desayunar un tazón de cereal y me dirigí hasta mi baño para cepillarme los dientes y orinar. Dios mío, realmente mi estaba orinando, tenía litros y litros de líquido en mi vejiga. Tengo esa costumbre de levantarme y hacer cualquier cosa menos ir al baño a orinar, luego de un buen rato me doy cuenta todo lo que he estado conteniendo. Me detallé unos largos minutos en el espejo, luchando entre si mi cabello estaba bien así o me bañaba y me lo secaba. Agarré jabón y llené mis manos de este para así poder estrujarme y lavarme la cara. Lo quité con agua y al terminar mis manos comenzaron a palpar por toda la pared tratando de hallar la toalla, hasta que mis yemas tocaron la tela. Le di un jalón y me sequé.

Miré a través del espejo y pude presenciar un hombre a unos dos metros de mi con una navaja en su mano. Me llené de miedo en solo milisegundos. Lo observé con incredulidad y luego miré el objeto. Me giré enseguida para poder enfrentar al hombre oculto entre las sombras del pasillo. Se acercaba a mí con una lentitud inquietante, como si fuese un depredador apunto de cazar a su presa. Mientras más se acercaba, más podía detallar quien era.

Evan.

Recorrió mi rostro con la mirada, sin perder su frialdad. Una sonrisa perversa marcaba sus labios, mis pies retrocedieron hasta sentir mi espalda baja chocar contra el borde del lavamanos. No sé si esto era una pesadilla, o lo que él mismo me hizo creer aquí en mi casa. Pero el temor que me envolvía era tan fuerte como lo real que eran sus ojos tan oscuros como un abismo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —murmuré muy débilmente. Solo podía concentrarme en la navaja que traía en su mano, le daba vueltas y luego trazaba su filo con su dedo índice. Jugaba con ella, así como jugaba con mi miedo.

Ángel 234(I&II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora