Capítulo 11: Píntame.

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Gwen Trainor.


—Venus de Urbino —el profesor Cresh dio unos toques a la pizarra con su bolígrafo —¿Alguien podría decirme sobre Venus de Urbino?— miraba de un extremo a otro, viendo a cada estudiante. Iba a levantar la mano, pero al parecer alguien se me había adelantado. Cresh apuntó con la punta de su bolígrafo a mi dirección —Sullivan.

—Es una pintura al óleo sobre lienzo. Creada por Tiziano en 1538 —había respondido Hult detrás de mi.

—Buena respuesta —felicitó el profesor. Sus pies lo llevaban de cada lado en el aula —La pintura, cuyo comitente fue Guideobaldo II della Rovere, entonces hijo del duque Urbino.

—¿Guideo qué?— cuestionó Nadine desde el otro extremo de la fila. Mis ojos rodaron al escuchar su voz.

Guideo-baldo —ahora Cresh se encontraba delante de su pizarra. Anotando en grande, el nombre. Para darse la vuelta y mirarnos —Como decía, representa a una joven desnuda, semitendida sobre un lujoso lecho en el interior de un palacete veneciano. Aunque esta pintura se encuentra directamente inspirada por la Venus dormida del Giorgione, es evidente que se aleja del idealismo característico del renacimiento italiano.

Mi clase de historia del arte se fue en una cuestión de segundos. La mitad de las clases con Cresh, era escuchar las risas de los otros estudiantes por sus chistes a todo momento. Había pasado una semana desde que Hult lloró por un par de horas en mis brazos. Por supuesto, no sabía su razón de por qué, o qué sucedía. Me limitaba a preguntarle, con Hult hay que dar pasitos de bebé antes de llegar a correr. Su aspecto, no era propio de él. Está decaído todo el tiempo, y apenas hablamos cuando estamos juntos. Solo decimos cosas banales, para que al momento me diga que se tiene que ir. Me había prometido que dejaría de beber, algo que por supuesto, no hizo. Su malhumor a ido en aumento. Tiene menos paciencia que antes. Mucho, menos.

La clase de Cresh acabó, al concluir con algún típico chiste. Bailey me avisó antes de salir del salón, que Pamela y los demás estarían en el campus almorzando. Pero mi plan no era ir a comer con los chicos.

Me giré hacia la salida para encontrar a Hult con la espalda apoyada en la puerta, esperándome. Llevaba esos jeans grises plomo, desgastados. Pero estos no era el mismo. Este tenía aberturas en las rodillas. Con una camisa azul rey y su chaqueta de poliéster de igual color. Tomé mi bolso y me lo pasé por encima de los hombros.

—Venus de Urbino me recuerda a Rose del Titanic —bromeé. Hult miró hacia el suelo y rió.

—Píntame Jack —transformó su voz a una más aguda. Fue inevitable carcajear hasta quedarme sin aire. Me incliné hasta mis rodillas por el dolor que se había formado en la boca de mi estómago. Volviendo a tomar una postura recta. Los labios de Hult trazaban una sonrisa.

—Píntame —musité. A lo que él me vio con una ceja levantada.

Sus brazos de habían cruzado —¿Quieres que te pinte? —sus palabras salieron lentas, con algo de nervios. Di un paso más hacia él, quedando a tan solo, quizá viente centímetros de distancia. Nuestras miradas eran intensas y tentadoras.

—¿Te pongo nervioso, Jack? —murmuré. Él deshizo sus brazos. Sus ojos se entrecerraron, y cortó la distancia al dar un paso a mi.

—¿Yo? ¿Nervioso? —rió irónico —¿Te desnudarías para mi? —ronroneó muy sutilmente. Pero no podía negar que la nerviosa era yo. Los ojos de Hult atravesaron a los míos, voraz.

—¿Tú resistirías tenerme de esa manera, para solo pintarme? —este era un juego de preguntas tentadoras. Nunca había hablado de este modo con Hult, y a él parecía encantarle. Este tipo de confianza se hacía más flexible para mi. Con un ágil movimiento Hult me tomó de la cintura y me dio la vuelta para ponerme contra la pared.

Ángel 234(I&II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora