Capítulo 2.

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Gwen Trainor


 Octubre 2011.


—¡Abuela, cuéntame otra vez la historia!— supliqué en un chillido, me gustaba tanto que me contara esa historia las veces en que venía a visitarme.

Ella apartó los anteojos que cargaba encima de su nariz, los dobló y colocó en la mesita que había en mi habitación.

—Oh pequeña Gwen, ¿cuántas veces he repetido esa historia?—cuestionó entre risitas.

—¡Cientos de veces! — respondí alzando los brazos de manera divertida, ella volvió a reír y se posicionó para hablarme de aquello que tanto anhelaba.

—Bien... Hace muchos años... Muchos más de los que tengo yo —bromeó y no pude evitar soltar un chillido —Existieron unos ángeles caídos llamados Los Grigori, fueron doscientos Ángeles que se enamoraron de las mujeres, rompiendo las reglas del...

—Desde el principio no abuela, comienza donde me gusta —reclamé y esta asintió dulcemente.

—Luego de la existencia de los 200 Grigori, cada Ángel Guardián que cometiera el mismo pecado, sería calificado con un número después del 200 —hizo una pausa y contempló mi rostro iluminado por la historia, sabía que le agradaba mi interés en lo que contaba —Esto no pasó hace tanto tiempo, posiblemente haya ocurrido unos cuantos años atrás, la misión de los Ángeles guardianes, era cuidar de cada persona desde su nacimiento, se le daba la grata tarea de hacer su juramento. ¿Cuál era? —indagó, me gustaba mucho esta parte.

Te protegeré a dónde vayas, te protegeré cuando duermas y siempre estaré contigo

Repetimos las dos al unisonido.

—Y una vez hecho esto, el ángel no podría separarse del niño o la niña hasta que cumpliera los dieciocho. Hubo un ángel, uno muy joven, tendría unos cientos de años, pero era joven para ser parte de la legión, su corazón era más puro que el de cualquier otro ángel. Su corazón sentía y compadecía lo que otros no, le habían dado el deber de proteger una niña que estaba por nacer. Y así fue, ese día luego que nació y su mamá se durmió, aquél Ángel se posó al lado de la bebé e hizo el juramento con lo más interno de su ser, pero esta bebé no era como las demás que él había tenido que cuidar. Algo despertó en él aquel día. Algo de lo que temía.

—¡No es justo que todo haya terminado así!— refunfuñé cruzándome de brazos, odiaba como terminaba el final de la historia.

—Gwen, no te apresures, debes dejarme terminar —carcajeó mi abuela la cual se divertía al verme en obstinación —Bueno, al pasar los años, cada día que este Ángel pasaba más tiempo vigilando a la niña, se encariñaba de ella. Tanto así que dejó verse ante ella, la visitaba todos los días después del almuerzo, aparecía en su habitación y ella corría hacia sus brazos. El Ángel la adoraba y ella adoraba al Ángel, era un amor tan puro e inquebrantable, eran grandes amigos. Pero las cosas empezaron a marchar mal desde ese entonces. El jefe de la legión se enteró, y castigó al Ángel azotándolo con el látigo del pecado más de 200 veces, que era la cantidad de Los Grigori, 200 pecados. Fue desterrado, pero con la condición de purificar su corazón de aquel amor y terminar su misión de proteger a la niña. Los recuerdos de la niña fueron borrados, al instante en su memoria no quedó ni un rastro de su amigo. Marcaron al Ángel con el número 234, y junto a él, sus hermanos 233 y 232, que debutaban al pecado por lealtad a su hermano. Y juntos fueron enviados hacia la tierra.

Ángel 234(I&II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora