La Octava atracción

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Me gusta cuando duermes en mi pecho, donde estás alojada desde el nacimiento.
Y lo sensitiva que eres cuando mis dedos juegan a descubrirte de noche, los mismos que de día te inmortalizan.

Me agradan tus amplios ojos admirados por las estrellas y por Fedro.
Y también cuando tus senos descansan en mí luego del intenso amor, evocando los poemas de Angelus Silesius.

Me gusta cuando bailas al ritmo de la milonga rioplatense, mientras observo la delicadeza de tu cuerpo al estremecerse.
Y cuando sonríes luego del beso, convirtiéndote en Venus divino.

Me atrae la perfección de tu rostro, tan inspirado en un verso romano de Virgilio.
Y tu néctar descansando en el empíreo, anegado en el belfo, donde ningún mortal ha de llegar.

Me gusta tu perverso lado de Escila, cada vez que me acerco estoy vencido.
Y tu prolongada melena estoica, que ayuda a Napoleón entrar rapido con su caballo Marengo.

Me agradan tus hoyuelos cuando me tomas de las manos, provocando aferrarme a una muerte anunciada.
Y lo risueña que eres cada vez que te admiro, digna dama para las obras de Picasso.

Me atrae cuando guardas silencio, mientras escribo versos inspirandome en tu esencia.
Y lo tímida que sueles ser cuando confieso valiente mi amor, al ritmo del te amo compuesto por Tozzi.

Este pobre hombre ha estado ilusionado con tu ausencia intangible sin conocer presencia.
Y preparado esta el corazón para la daga intencional que suelte tu razón.

Para Morir Existen MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora