Capitulo 41

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Felix se acomodó la gorra negra a medida que caminaba por el estrecho pasillo blanco de la prisión Divshfield, Dalewood estaba tan sombrío como siempre y el trato de apegarse al característico estilo de viejo pueblo. Cuando eran pequeños, solían hacer visitas al pueblo en familia. No había mucho que visitar, pero era el más cercano a Sparrow para visitar y cambiar de aires.

Los lentes de sol no concordaban con la tormenta del exterior, no sabía si era su intuición o tal vez paranoia, pero con precisión sabía que algo malo estaba pasando en ese momento preciso. Era como algo en su interior que decía que había algo que estaba mal, una piedra en su estómago. Algo que gritaba en su interior que algo estaba cambiando. A menudo sentía eso, pero ¿Qué era entonces en ese momento?

Sentía la necesidad de llamar a Marinette, para asegurarse de que todo estaba bien, pero en los últimos días apenas tuvo tiempo de dormir. Estaba tan cansado que sabía que cuando llegara a Sparrow, su apariencia no iba a ser la misma de cuando se fue.

Se sentó en uno de los cubículos, cuando notó que el sheriff no se movió detrás de él, Felix aclaró con voz áspera.

-No necesito protección.

El guardia alzó las cejas, en silencio se apartó a una de las esquinas haciéndole caso a sus palabras. La puerta chilló al abrirse y golpeó un poco contra la pared, tres hombres uniformados entraron al cuarto. Había un hombre en el medio, el motivo por el cual estaba ahí. Tenía una camisa de fuerza y un enterizo de color naranja.

Los oficiales liberaron un solo brazo del preso, luego se alejaron de vuelta. El hombre no puso el teléfono contra su oído, una sonrisa retorcida se dibujó en su rostro. Felix rodó los ojos, alzando el teléfono con pesadez.

-Sí que tienes admiradoras-Comenzó la conversación. El hombre encarcelado alzó su ceja izquierda, su boca se torció en una especie de sonrisa sin gracia. Su única mano libre se quedó sobre su cuerpo sin amenaza o intención de tocar algún objeto.

-Realmente te gustaría que te hagan esos baños de esponjas como a mí-Su voz era áspera y arrastrada.

-Supongo que tener unas manos callosas deben ser realmente buenos-Felix ladeó su cabeza en dirección a los oficiales-¿Qué planeas clavar en el? Al último lo ahogaste con la cadena del baño, bastante original debo reconocer.

El hombre se inclinó un poco, su mirada brillante se clavó sobre el adolescente. A unos pasos, uno de los oficiales movió su mano a su arma como si supiera que la conversación no era nada buena.

-Ya pensaré en algo-Chasqueó su lengua-Ahora, pretendes interesarte por mis planes de descuartizar a los hombres que deben verme el pene una vez al día y limpiar mi trasero ¿Qué quieres?

Felix no se inmutó, comenzó a tamborilear sus dedos contra el teléfono. Había pensado si vendría hasta ese lugar era una buena idea, pero ya estaba ahí, no había vuelta atrás.  Además, pensó en todas las cosas que podían salir mal. No habían muchas opciones, al fin y al cabo él estaba del lado de la libertad y el otro hombre seguía estando preso.

-¿Has oído hablar del asesinato de un joven?

Una mirada sádica se reflejó en los ojos del hombre, su ceja izquierda estaba cortado y tenía el cabello cuidadosamente peinado hacia atrás. Había un pequeña cicatriz debajo de su ojo izquierdo. Felix notó que estaba algo más deteriorado desde la última vez que lo vio.

Para ser alguien que estaba condenado a siete cadenas perpetuas, el hombre estaba dentro de todo contexto bien cuidado y mantenido, si no hubiera sido por el mono naranja junto con el chaleco de fuerza, Felix lo confundiría con una persona normal.

-Demasiados, para mí suerte. Estoy seguro que tú también escuchaste mucho-La cicatriz sobre la comisura de sus labios se movió al sonreír fríamente-O tal vez los hiciste.

Felix lo ignoró, tratando de sacar una paciencia que era inexistente para él. Aún más, cuando se trataba de la persona que estaba del otro lado del vidrio. Sabía que tenía que hacer todo eso con cuidado.

-Este es especial, hijo de alguien importante, estoy seguro de que debes saber algo.

El hombre fingió pensar, Felix supo en ese momento que probablemente él sabía algo. Sacárselo no iba a ser fácil, no esperaba menos. Solo que su precio no fuera tan alto.

-Quiero algo a cambio-Dijo finalmente, rascando su barbilla,

-Como siempre-

-Cuidado-El hombre lo apuntó, a través del vidrio que los separaba-Cuidado como me hablas, tú viniste a mi yo no fui a ti. Ahora cierra tu mierda y escúchame si quieres mi ayuda.

Felix lo miró con aburrimiento, era interesante ver como una persona que no tenía ningún tipo de control sobre los demás realmente se creía la persona más poderosa del mundo. Le recordaba a alguien...

En ese momento quería clavar un cuchillo en su garganta, de una forma tan profunda que provocara que las pequeñas gotas de sangre manche su ropa. Pero debía escuchar.

-Habla.

-Quiero jabón, alcohol en gel, un cepillo de dientes y crema de afeitar para tu próxima visita porque créeme, se que volverás.

Felix apretó sus labios, junto con el aire de sus pulmones le permitieron y luego lo expulsó tratando de contenerse. Esperaba algo más difícil pero al mismo tiempo no lo sorprendía, no es como si pudiera exigirle que lo saque de prisión. Tener información le daba ventaja, pero no lo suficiente.

-¿Algo más?

El hombre negó, Felix no confiaba en la mirada que estaba dando. Era como si hubiera algo más detrás de él, algo que no se estaba diciendo más de lo acordado.

-El chico del que hablas estaba conectado a alguien importante del gobierno, esa persona tenía arreglos con la mafia de la prisión-El hombre movió su mano en el aire.-Quien lo mató debe tener unas bolas muy grandes, dejó a la mafia sin su trabajo más importante, que era protegerlo ¿Y sabes algo? Esas bolas son dignas de mí.

Felix arrastró su silla hacia atrás, poniéndose de pie y soltando el teléfono. Todo era peor de lo que pensaba, de una forma u otra sabía que nada de esto iba a terminar de una buena forma. Pero el plan se mantenía, todo en limpio y en silencio, sin dejar rastros. Ningún tipo de rastro que los pueda conducir a ellos.

-Traeré lo que pides en un tiempo.

Su teléfono vibró alertando una llamada pero lo ignoró.

-Así que de todo eso se trataba ¿Eh?-El preso preguntó, negando mientras reía sin gracia-Claramente esas bolas ya no son dignas de mí, porque alguien más tiene que hacer el trabajo por él.

Felix comenzó a caminar pero se detuvo al escuchar algunas palabras que retumbaron en su mente e hicieron eco. Sus manos se apretaron en puños, una gran carcajada se escuchó de la habitación mientras salía.

''Dile a Adrien que lo extraño''

La risa era desquiciada, malvada y burlona, incluso al cruzar por el pasillo Felix podría seguir escuchando a la perfección hasta que se desvaneció poco a poco. Estaba un nudo en su garganta, era esa asquerosa sensación que siempre le dejaba ese lugar, no por lo que venía a hacer en el, si no por saber que algún día terminaría de la misma forma.

Quería mandar todo al diablo y dejar que su hermano resuelva todos sus problemas solo, pero no podía. No podía dejar que las cosas se queden así, se habían cubierto las espaldas muchas veces y esta no iba a ser la excepción.  Quería que en ese momento las cosas se terminen y estar en su casa. Pocas veces algo así le pesaba tanto, pero esta vez tenía una razón para volver. Una razón que tenía el pelo azul y masticaba chicle al igual que un camello.

Se preguntó como sería estar en el lugar de él, detrás de las rejas, sin contacto con el mundo exterior y pudriéndose. Probablemente iba a terminar de esa forma, si no lo descubrían antes él se incriminaría solo. No arrastraría a su hermano, pero no iba a hacer falta hacerlo. Todos debían pagar por sus crímenes en algún momento, ellos no iban a ser la excepción.

저주받은 쌍둥이  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora