Humillar en Público (Segunda parte)

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—Mi amor, ¿Ya está lista la comida? —Pregunto de nuevo aquella sabandija de púrpura desesperada sosteniendo un tenedor y un cuchillo de comida en cada una de sus manos, sentada en la mesa del comedor.

—Ahorita cariño. —Mikey fingió una voz tierna.

El plato de Donnie el cual contenía espagueti, estaba a punto de ser espolvoreado de queso, delicioso queso, cuando se trataba de espagueti, Donnie no soportaba la idea de comer espagueti sin queso. La odiaba, cuando no había queso, a veces armaba un enorme berrinche de forma patética pero algo graciosa a la vez.

Observó de nuevo el frasco naranja de medicina que le había recetado el médico hace meses, el cual en la etiqueta anunciaba con unas letras negras y formales: ZolpidemAmbien.

Sabía que una dosis buena de esos medicamentos y el pendejo quedaría dormido por un buen rato.

—¡Mi amor! ¡¿Que puta madre sucede con mi pinche comida vieja?! Tengo hambre pendeja. —Vocifero la sabandija en un tono fastidiado. Con una mirada fulminante hacia el caparazon del menor.

—Ya voy amor, solo espérame un segundito más por favor. —Dijo en una voz que se encargo de que fuese oida.

Al abrir el frasco, Mikey evitó respirar debido a que lo que estaba en ese frasco ya no eran pastillas, sino polvo que Mikey había hecho para tenderle una trampa a Donnie. Sabía que este han lo dejaría salir, aunque se enfrentará a el, Donnie siempre buscaría la forma de hacerle sentir mal solo para que esté evitara salir.

Rápidamente, aquel polvo fue vaciado entero en el plato de espagueti de Donnie. El polvo asemejaba mucho la forma de queso para espolvorear y sobre todo, había echado demasiado queso al plato de Donnie, el jamás se daría cuenta.

—Ya era hora pendeja. —Donnie miro a Mikey con el plato de espagueti llegando hacia el en la mesa. Cuando el plato aterrizó enfrente de el, rápidamente ensartó el tenedor en las enredaderas de espagueti bañadas en salsa de tomate.

Mikey lo observaba, con una taza de café en la mano que deslizó en la mesa suavemente hasta llegar a Donnie. Donnie la miro, y sin más, trago los espaguetis, tomo la taza con la mision de probarla y sorbio un buen trago.

—¡¿QUE ES ESTO?! ¡¡¡PARECE QUE NO SUPIERAS HACER UN BUEN CAFÉ!!! —Grito Donnie con rabietas arrojando la taza contra el marco de la salida del comedor, rompiendose, desapareciendo en miles de pedazos.

De repente a la tortuga pecosa sintió un hueco en el corazón. Jamás le habían dicho algo así. Eso estaba muy bien, pensó la pequeña tortuga, se que lo hace porque me ama, esas fueron las palabras que esté repitió en su mente.

—Lo siento. —El cabron lo hizo otra vez.

Mikey solo miro hacia abajo. Sintiendo el dolor apoderarse de su corazón.
No tuvo el coraje para iniciar una discusión.

Cinco minutos después de haber terminado con aquella comida, Donnie le comento a Mikey que no se sentía bien. Tenía ganas de dormir. Mikey lo miro incrédulo, Donnie lo rodeo con el brazo cogeando como si alguien le hubiera roto la pierna y estuviera a punto de morir desangrado.
«Quiero dormir mi amor», le había dicho Donnie.
«Lo se cariño», había respondido Mikey con una cara de amor fingido, pero solo por ese momento se torturó a hacer esa cara.

Después, Mikey se dirigió hacia el armario. Sigilosamente su mano áspera se infiltró a través de las puertas, al llegar a tocar algo como papel grueso, tomo aquella tapa de cartón rectangular y la levantó.
Al sentir una prenda de tela en su mano la jalo suavemente hacia el y rápidamente se la puso, era un suéter con capucha de color naranja, era un sobreviviente desde que Donnatello había bombardeado todo su clóset con ropa de color púrpura.
También unos pantalones de licra naranja, al ponerse la capucha y los pantalones, Mikey echa un vistazo por última vez hacia el sofá en donde dormia Donn. Nada, seguía roncando cómo un adulto.
Dio un suspiro fúnebre y cerró la puerta, tras el, había abandonado un mundo lleno de oscuridad.

Al llegar al café, Rafael había recibido así hijo con un cálido abrazo. Mikey amaba esos abrazos, siempre acompañados de aquel aroma masculino que tanto lo volvía loco.
Al sentarse en una mesa, Mikey miro a su alrededor, un café muy bonito, se habían sentado adentro donde el aire acondicionado podría matar de hipotermia a cualquiera.

—Me alegra que hayas llegado. —Rafael tenía una amplia sonrisa en rostro.

—A mi también. —Mikey también traía una sonrisa amplia en el rostro.

—Bueno, ¿Sobre que querías hablar? —Y en ese momento, aquella sonrisa se desvaneció del rostro de su padre. Porque sabía de qué iban a hablar.

Sobre Donnatello Mike, —Rafael dio un suspiro largo, Mike por pura casualidad miro como su pecho, debajo de aquella camisa azul marino que llevaba puesta y que llevaba los botones desabrochados, subía y bajaba por su suspiro. —Cuando veniste la otra vez a mi casa con el, vi como el no paraba de lanzarte unas miradas (que solo yo noté) muy maliciosas, creo que hay algo mal con el...

—Creo que estás exagerando un poco. —Respondio Mikey con voz baja.

—Parece que soy un loco, pero es la verdad Mikey. —Rafael lo miro preocupado, mientras que por dentro de preguntaba «¿Por qué siempre dice que está bien?». —Donnatello no es un buen hombre para ti y lo sabes. No creas que no he visto esas veces que te ha llamado la atención y te ha jalado «por casualidad» el pellejo para «decirte que estás haciendo algo mal».

—¡Oye, esto es una estupidez! —Exclamo Mikey pero cerciorándose de que nadie más oyera.

Rafael se echó para atrás en su asiento. Rendido ante las palabras de aquel muchacho. Había descartado la idea de enviar a Donnatello a la cárcel, podía llamar a la policía y decirles que este había asesinado a su propio novio y entonces lo arrestarian. Fácil y rápido, Mikey podría colaborar en el plan.

Por un momento quedaron en silencio, pero de repente, Mikey se atrevió a mirar por encima del hombro de su padre, y vio como la sabandija de bandana púrpura tenía una cara de furia en su rostro, se acercaría su fin. Rafael se dio la vuelta, mientras en su mente quedó estupefacto ante aquel suceso. Pero esta vez haría lo que pudiese para proteger a su pequeñín.

Rafael se interpuso en un movimiento fugaz en el camino de la sabandija.

—Quitate de mi puto camino. —Contesto la sabandija empujándolo hacia un lado, llegando hasta Mikey.

—Mi amor, puedo explicar esto. —Mikey se quedó asustado al ver cómo Donnie llegaba hasta el con una mirada que reflejaba ira total hacia el.

—Dime por qué te fuiste sin mi permiso. —Dijo Donnie.

El silencio de Mikey no sirvió de buena respuesta. Donnie solo le gritó algo que llamaría la atención de casi todo el restaurante:

—¡¡¡No cabe duda de que eres una zorra de mierda, primero le echas drogas a mi puta comida y ahora te vas a revolcar con tu padre a un jodido café!!! ¡¿POR QUE TANTO AFAN DE VENIR AQUI?! ¡¿TANTO TE GUSTA COMO TE FOLLA TU PADRE?! ¡¿EH?! ¡¡¡RESPONDEME POR UNA PUTA MADRE!!! —La voz dentro de Donnatello sonaba a una ira nunca antes vista. El rostro de Donnatello estaba completamente rojo, Mikey quería que lo tragara el suelo en ese instante al ver las expresiones de las  personas alrededor de el juzgandolo.

—S-s-sabes que eso no es verdad. —Respondio Mikey con la cabeza gacha y una mirada de vergüenza encajada en su rostro.

—Yo no se ni una puta madre, mejor larguemonos de esta mierda. —Donnie jalo con gesto de agresividad a Mikey, este al intentar poner resistencia, recibió un fuerte golpe de puño en la zona del cráneo por su novio. Por suerte no hubo daño alguno, excepto el del corazón de Mikey.

—No te preocupes hijo mío, volveré a por ti. —Susurro Rafael sin apartar la mirada de aquella dramática escena.

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Ideas aportadas por InvaPineDil
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