Tan pronto como imaginé o soñé, me encontraba en mi propia casa. Ya no estaba en la habitación de la buhardilla de los Hunter, sino que desde la cama veía en totalidad mi querida habitación.
El inmenso armario, el pulido tocador blanco, las magníficas ventanas con sus delicadas cortinas en tono marfil,... Todo estaba en su sitio, hasta el olor a lavanda seguía impregnado en las paredes después de varios días sin estar. Pero ahora lo importante es que jamás me había alegrado tanto de estar aquí.
Habían pasado dos días desde la gala del ballet. Aquella noche fue demasiado movida como para recordarla; pero tan pronto como mi conversación con Brix acabó, los Hunter y yo nos fuimos a casa. En todo el trayecto ninguno de nosotros dijo nada, Evans se había quedado dormido por el cansancio y dormitaba tranquilamente sobre el regazo de su madre; y los mellizos mientras tanto, intentaban que sus párpados no se cerraran a cada minuto que pasábamos encerrados en la limusina.
Para mi asombro, Elliot no vino con nosotros de vuelta a casa; al parecer sus padres se negaron a que llevase a Cierra a dormir y ante la rotunda negativa acompañado con uno de sus arrebatos, cogió bruscamente la mano de la chica y se internaron dentro del hotel sin dar explicaciones.
Finalmente, el resto de la cansada familia Hunter atravesaba las oscuras calles de Londres en limusina rumbo hacia su casa.
Al día siguiente, lo único importante para mí fue la llamada pérdida de mis padres. La adrenalina corría por mis venas y tan solo esperaba oír a través del altavoz del móvil la frase que ansiaba escuchar: mañana regresamos a Londres.
Las maletas y la infinidad de ramos de flores se amontonaron en la entrada de los Hunter según iban pasando las horas; aún cuando la noche cayó sobre la ciudad y las luces de las casas estaban apagadas, la lámpara de la buhardilla seguía encendida como la última esperanza de ver entre la tiniebla uno de los infinitos coches relucientes de mis padres.
Sin embargo, a las dos de la madrugada fue Rick el que se presentó en la puerta de los Hunter, con el abrigo oscuro empapado a causa de las fuertes lluvias y una mirada cansada en aquellos ojos azules, dispuesto a llevarme a mi casa.
Tras los fugaces recuerdos de la noche anterior, me levanté a duras penas de la cama y comencé a hacer mi rutina diaria como un día normal y corriente en mi monótona vida.
No tenía mensajes de los Hunter sorprendentemente; pero claro ¿quién iba a escribirme después de lo que pasó en los últimos días en su casa?
El pequeño de los Hunter, con su mirada inocente e infantil, era el único que no se enteraba de las movidas de sus hermanos mayores; por lo que las últimas horas de mi estancia allí las pasamos delante de una pantalla de 85 pulgadas disfrutando de un maratón de Harry Potter.
En una de las numerosas noches en las que Evans se quedaba dormido sobre mi regazo después de las películas; veía tranquilamente uno de los capítulos de la serie más exitosa del momento, The Bridgerton, casi podía ver el parecido que tenía la vida de aquella familia con las nuestras. Llegué en ocasiones a identificar a los mellizos con Benedict y Colin, Evans era por supuesto era el pequeño Gregory; y por último, Elliot lo encarnaba con Anthony y el duque de Hastings.
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Darkness: El Cisne Blanco © | #pgp2021
Teen FictionTras una vida llena de lujos, escenarios y perteneciendo a una de las familias más poderosas de Londres, Edine Harford descubrirá lo que hay debajo de todo aquel lustre, el peligro. Todo comenzó con el fortuito encuentro en su nuevo instituto con el...