Capítulo 20

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Parecía como si el mundo no se hubiera parado para nadie

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Parecía como si el mundo no se hubiera parado para nadie.

Las fiestas, la entrega de premios, cenas, banquetes con la realeza,... todo seguía en su curso y parecía como si realmente la muerte de Gwen no hubiera significado absolutamente nada para los londinenses. Tan pronto como su nombre ocupaba ininterrumpidamente los medios de comunicación, se desvanecía en el olvido del tiempo.

Sin embargo, pese a que apenas había podido pegar ojo en las noches que llevaba encerrada en aquella habitación, los calmantes habían sido lo único que me mantenía alejada de la realidad. No sentía dolor, ni pena, ni siquiera el remordimiento de haber visto un cadáver en persona,... aquellos frascos de pastillas se habían convertido en un escudo, una gruesa y adictiva muralla que me impedía revelarme la verdad de los hechos y sucumbir ante un tsunami de hirientes emociones.

Ya ni siquiera era capaz de saber por mí misma en qué día vivía, no sabía la hora, ni mucho menos si era de noche o de día... El insomnio, la medicación, los calmantes y las pesadillas eran los causantes de todo ello.

Aquella rutina se convirtió en algo vital.

Así fue durante una semana, unos días, unas horas,... no lo sabía. Tan solo fue la inesperada visita de mis padres lo que me sacó de aquel mundo gris, para avisarme de que dentro de unas horas asistiríamos al evento más esperado por todos: La víspera de Año Nuevo.

En cuestión de minutos la solitaria suite se llenó de gente, profesionales de peluquería, maquillaje, estilistas, diseñadores,... se convirtió en un caos. Bajo la influencia de los calmantes no tuve fuerzas para reprochar; así que, abatida, me dejé hacer todo lo que mis padres querían.

Me maquillaron a su gusto, me peinaron a su gusto y me vistieron a su gusto. Las horas pasaban en aquella estancia llena de brillo y telas, apenas me di cuenta cuando ya habían terminado y de nuevo la habitación se sumió en un silencio sepulcral.

Frente a un espejo admiré aquella persona que se veía reflejada: ondulado cabello castaño, ojos miel sin rastro de hinchazón, piel perfecta ausente de aquellas bolsas bajo los ojos y labios carnosos vacíos de cualquier sequedad.

No me reconocía.

Ataviada con una sedosa bata y cubierta de espléndidas joyas y maquillaje voluminoso negaba con la cabeza, pues todo lo que había estado pasando estos días lo habían borrado de mi piel.

Pero no lo habían hecho en mi memoria.

—Edine— apenas podía apartar la mirada de aquel falso reflejo, pero a regañadientes lo hice saliendo por completo de mi ensoñación. Mi madre descansaba sobre el marco de la puerta de la habitación y me miraba expectante bajo esa máscara de mentiras—. ¿No vas a cambiarte?— ni siquiera me dio opción a contestar—. ¿Vamos a seguir llegando tarde siempre por tu culpa?, haz el favor de moverte ¡ya!— se dio la vuelta y desapareció por el largo pasillo que conectaba el salón con las habitaciones de la suite.

Darkness: El Cisne Blanco © | #pgp2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora