Capítulo 12

850 56 7
                                    

Subimos a la azotea del hotel, las vistas allí eran impresionantes, con solo observarlas un par de segundos ya te enamorabas de ellas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Subimos a la azotea del hotel, las vistas allí eran impresionantes, con solo observarlas un par de segundos ya te enamorabas de ellas. El frío de la época del año recorría el lugar como una pequeña brisa que jugaba a erizar las pieles de los asistentes. La mayoría de los invitados a la gala y a la cena habían abandonado la velada después de terminar con el banquete. Sin embargo, el resto seguía disfrutando de todos los lujos que proporcionaba aquel hotel acompañado de la música amenizada por el gran piano de cola situado en una esquina de la terraza. Retrataba una escena mucho más selecta y privada que la que presenciamos en el salón capitular.

La noche estaba tranquila, apenas había nubes en el cielo nocturno por lo que nos permitía ver en su gran esplendor a la reina de la noche, los destellos plateados barrían cada recoveco de la ciudad con su delicada luz.

—Venga, suéltalo ya— a mi lado se había situado Eric, que apoyado sobre la barandilla escrutaba atento el horizonte de Londres. El viento movía ligeramente los mechones de su pelo, liberándose.

—Si fuera tan sencillo como eso, lo habría hecho ya a estas alturas— dejé caer mi cabeza contra la barandilla de metal, no había cogido mi abrigo así que dejé que aquel frío se adueñara de mi piel. Me llamarán inconsciente por estar en tirantes en pleno Diciembre, pero a veces es bueno sentir sensaciones a las que no estás acostumbrada con el único fin de escapar de la comodidad—. Pero a veces me supera todo esto— señalé el vestido y a varias parejas que había cerca de nosotros cargando copas de licores y riéndose como auténticos ricos.

Al fin y al cabo lo eran.

—No puedo creer que tus padres sean tan capu...— antes de que terminara la frase le miré directamente a los ojos callándole—. Aunque ahora que lo pienso, ha sido mejor que no asistieran; ya que probablemente no te vería el pelo en toda la noche.

—Y no te olvides de las presentaciones a la sociedad— en todos los eventos a los que asistíamos me tenían que presentar a todos los asistentes. Es abrumador, la mayoría son gente mayor que su único tema de conversación son los estudios y los cotilleos sobre amantes y maridos infieles. La minoría restante, eran adultos emprendedores o líderes de empresas mundialmente conocidas. Dentro de este grupo cabe diferenciar dos tipos de personas: los que se pasan de las copas y no son capaces de diferenciar una farola de una mujer, o los lobos solitarios que permanecen aislados de la fiesta en cualquier rincón bebiendo gin-tonic o el ron más fuerte de la ciudad—. Pero la verdad es que me alegro de haber conseguido librarme de gente que no conozco y que probablemente no volveré a ver en mi vida.

—Me puedo hacer a la idea, al fin y al cabo nuestras familias no son tan distintas como aparentan ser— aquello era verdad, tanto la familia Hunter como la mía habían pertenecido siempre a una condición más alta que el resto de la sociedad. Ambos nos habíamos criado en los mejores barrios de Londres y rodeados por lujos de valor incalculable. Sin embargo, aparte de esa relación de dinero y estatus social que compartían ambas familias, realmente los Hunter eran la excepción que confirmaba la regla.

Darkness: El Cisne Blanco © | #pgp2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora