Capítulo 7

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Aquella puerta se cerró a sus espaldas

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Aquella puerta se cerró a sus espaldas. El silencio cobró acto de nuestra presencia obligándonos a callar por los labios y a hablar a través de nuestros cuerpos inquietos.

Mis ojos no se habían apartado de los suyos en ningún momento, seguían cada movimiento que él inconscientemente realizaba, cierto temblor imperceptible de sus labios cada vez que intentaba decir algo, el ritmo constante de la elevación de su torso al respirar, al igual como su garganta tragaba saliva de vez en cuando o incluso aquel pie inquieto que movía con desespero. Dejé que el aire sobrante de mis pulmones vaciara mi cuerpo, sabía que esta batalla la tenía perdida desde el primer momento en el que puse la mano sobre aquella manecilla dorada de su puerta y me abrí paso a su interior. Ahora mismo me sentía vulnerable hacia él, nuevamente.

El sudor frío recorrió los puntos sensibles de mi cuello a la vez que avanzaba decidido y reptando por mi columna activando cada sensor de mi piel. La boca se me había secado y un tenue movimiento involuntario movía mis dedos como la suave brisa de verano mecía las hojas de trigo en el campo. Notaba el abrumador latido de mi acelerado corazón en mis oídos martirizándome con su compás y el poco aliento que aún conservaba, lo sentía entrar y salir forzadamente por mis labios.

Verle allí de pie sin que hiciese absolutamente nada, ni siquiera una palabra por parte de sus ojos castaños, ni siquiera un movimiento que me dijese que de verdad quería hablar conmigo, nada. No había nada que me dijese que esto realmente no era un simple sueño.

Elliot no se había movido de su lugar, aún se mantenía estático y con la mano pegada a la puerta después de haberla cerrado. Sus ojos habían cambiado, ya no mostraban ese enfado que hacía minutos reflejaba todo su ser, sino que ahora había cierto dolor en ellos. Estos brillaban de un fuerte color anaranjado siendo pasto del fuego de la furia y la rabia que lo quemaba por dentro. Una fina sudadera cubría su torso marcando los incipientes músculos de sus brazos y abdomen, estaban contraídos por la tensión de todo su cuerpo debido al momento y la situación en la que nos encontrábamos; su mandíbula se hallaba apretada haciendo resaltar su barbilla y las perfectas líneas que componían su cuello, estas se prolongaban hasta que se perdían por debajo de aquella prenda verde oscuro. Fijé mi vista en el suelo de madera oscura y en mis pies descalzos sobre los tablones, llegados a este punto la idea de que llegásemos a algo más que inexpertas miradas comenzaba a escasear.

Era doloroso saber que había una persona a tu lado y que sin embargo pareciese como si no hubiese nadie a la vez. Mis sentidos despuntaban avisándome de que no estaba sola en aquella inmensa habitación, pero mi corazón me decía lo contrario.

De tanto esperar, las palmas de las manos comenzaron a sudarme, y mis dedos buscaban con desespero alguna pielecilla entre las uñas con la que entretenerse. Le escuchaba respirar tranquilamente, pero ese aparente sosiego circundante me estaba poniendo de los nervios, finalmente de lo más profundo de mi corazón emergió la rabia, me arranqué por completo el padrastro que tenía y automáticamente el ardor pinzó la zona tornándola rojiza y con la incipiente salida de cierto líquido escarlata.

Darkness: El Cisne Blanco © | #pgp2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora