Prefacio

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Seis años de edad

Eran uno solo.

A él le agradaba porque no era como las típicas chicas de su colegio, ella era genial. Juntos escalaban el robusto roble que colindaba con sendas casas, solían hacer concursos de eructos, también jugaban a básquetbol, competían por el puesto de «la mejor costra». Por no mencionar que a Gerard le encantaba hacerla reír haciendo chistes bobos que escuchaba de su padre o imitaciones absurdas de animales, los gorilas eran sus favoritos porque se formaban dos lindos hoyuelos casi imperceptibles en sus mejillas. 

Eran los mejores amigos. 

A ella le gustaba sentarse en su regazo para ver películas, y esa manera suya tan particular de protegerla cuando había tormentas; Ally odiaba los truenos con cada parte de su alma. Siempre reían juntos, ni siquiera sus padres podían separarlos.

—¡Ally! ¡Ven a ver esto! —gritó con emoción el chico de cabello oscuro. Apresuró el paso y subió las maderas de colores clavadas en el roble, demorándose un poco debido a su estatura. 

—¿Qué sucede, Gee? —Dio un saltito para llegar hasta el piso de la casa del árbol.

—Son luces. —El tono de asombro era perceptible, algo que podía justificarse, ya que los pequeños animalillos no habitaban en lugares como New Jersey. Gerard señaló unas lucecitas que destellaban frente a la ventana coloreada de azul metálico. Ally se situó a su lado y observó con el ceño ligeramente fruncido. 

—No son luces, se llaman luciérnagas —contestó esta sin demora. Gee la buscó, solo para encontrar a una Ally alargando la mano, estiraba un dedo con la intención de tocar uno de los foquitos que parpadeaban. Pensó que sus ojos esmeralda brillaban con más luminosidad y no se apagaban en ningún momento. 

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora