Capítulo 27

43 5 0
                                    

—Perdóname —susurré en un hilo. 

—Ya lo pediste —dijo.

—No pienso darme por vencido ni alejarme de ti, Ally.

Intentó zafarse de mi agarre, pero se lo impedí. Le di un jalón, atrayéndola a mi cuerpo, hizo fuerza hacia atrás para despegarse, pero no lo logró. Hice que sus brazos rodearan mi cuello y atrapé su cintura. 

—¡Gerard! ¡Suéltame! —chilló, e intentó empujarme con sus palmas. Enterré mi nariz en su cabello y respiré hondo, ya no me importaba demostrarlo mucho que la necesitaba, deseaba y quería, ya me había cansado de fingir indiferencia—. Gerard, por favor —susurró más calmada y quieta.

Acaricié su mejilla con la punta de mi nariz y, sin poder contenerme, besé su pómulo bajo su atenta mirada.

—¿Qué estás haciendo, Gee? — preguntó. Su aliento chocó contra mi rostro y me volvió loco.

—No me puedes obligar a seguir fingiendo algo que no puedo, ya no soy capaz de controlar lo que siento por ti. 

Su respiración se entre cortó y se hizo lenta, pude sentir cómo se volvía violenta. Me aventuré poniendo mis manos en su cadera y la moví elevándola para sentarla en mi regazo. Sus brazos seguían separándonos, pero no había fuerza, ya no estaba alejándose. Hundí mi cara en la curvatura de su cuello y la recorrí dejando besos que le sacaron un suspiro. 

Exhalé el aire al sentir cómo nuestras pelvis encajaban, Ally se movía levemente sin ser consciente del deseo que crecía en mi interior, de las inmensas ganas que tenía de tumbarla y amarla. Soltó un suspiro que alejó mi auto control, saqué mi lengua y lamí la piel. Sus dedos se enredaron en mi cabello, entonces no pude más, acuné su trasero y la anclé. Una exclamación ahogada se le escapó cuando se dio cuenta de lo mucho que estaba disfrutando al tenerla encima de mí. 

—Necesito irme —balbuceó

—No te vayas con él — supliqué. Pegó su mejilla a la mía y me abrazó con fuerza: le correspondí apretándola contra mi pecho—. Me lastimas

Allison se envaró y se echó hacia atrás, sus ojos lanzaban llamas, nunca la había visto tan enojada. Deshice nuestro abrazo porque no entendí las razones de su molestia, no había dicho nada malo. Se puso de pie, así que yo hice lo mismo, y después de darme un empujón nada cariñoso su rostro se llenó de lágrimas. Mi corazón se apretó por vislumbrar su estado turbado

—Tú no tienes idea de lo que es ser lastimado. —Lanzó una risa ahogada—. Toda mi puñetera vida viví con la ilusión de que un día me mirarías, pero siempre fui relegada por ti porque preferías estar con otras. Tú no sabes lo que es porque yo no estoy de cama en cama ni encuentro chicos para tener sexo en la casa donde vives. —Impactado por sus palabras, la miré—. No me digas que te lastimo porque tú lo has hecho por años, me lastimaste y lo sigues haciendo.

—Luciérnaga... —Me interrumpió. 

—Me dijiste que me amabas y unas horas después me ignoraste en el bar para irte a revolcar con alguien más ¡Y peor!, me dejaste olvidada en un barde una ciudad desconocida. Actúas como si no te importara lo más mínimo lo que ocurre conmigo. — Tenía razón, era por eso que sus palabras eran peor que una cachetada—. Siempre es lo mismo y ya estoy cansada de esto. No me pidas que te crea una oración sin valor, esas dos palabras no significan nada porque no puedes cambiar todos los años en los que me hiciste a un lado y te burlaste de mí. 

Agachó la cabeza y suspiró.

—Nunca más vuelvas a decir que te lastimo, pero si lo hago... estamos a mano —soltó tajante, con un tono que jamás había utilizado conmigo. 

Una vez dicho eso, se escabulló con agilidad. La vi correr y subirse a un auto para después alejarse de mí.

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora