Capítulo 41

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Ingresé a mi carpa para cambiarme la ropa y reunirme con todos. Con una sonrisa delineé la cadena que me había regalado Ally en uno de mis cumpleaños años atrás, la llevaba colgada. Escarbé en la maleta y obtuve la suya, hacía tiempo que la había perdido y yo la había encontrado debajo de la casa del árbol. Quise conservarla para mí, así que no le dije nada, no sé, era emocionante tener algo de ella. La acaricié con mis dedos y la escondí en una de las bolsas de mi pantalón de franela. 

Al salir visualicé a todos reunidos en la fogata, mi padre ya estaba tocando su vieja guitarra acústica, el cual era obsequio de mi abuela. Recordé que mi abuela Elena había cantado canciones para Ally y para mí cuando éramos pequeños y no queríamos ir a la cama, ella nos había enseñado a tocar y a cantar, a amar la música, que era una parte muy importante en nuestra vida. Cuando era joven componía canciones para Ally, les ponía notas y las guardaba en la funda de mi guitarra. 

Los adultos me saludaron, pero lo único que pude ver fue su sonrisilla cuando me coloqué a su lado, nuestros muslos rozaron, también nuestros hombros. 

—Hola, cariño —susurré en su oído. Su sonrisa se ensanchó e intentó morder su labio para retenerla. Me enloquecía cuando hacía eso, me daban ganas de morderlo.

Dejé que mis manos la capturaran como una red envolviendo su cintura. Le di un beso en la mejilla y dirigí mi vista a los demás. Me percaté de las miradas curiosas de soslayo, los ojos de mi madre chispeaban con alegría, así que le indiqué con una señal que se mantuviera recatada, no quería que Allison se sintiera presionada. Ally movió la punta de su pie al ritmo de la canción y apoyó su nuca en mi hombro. 

—Hijo, ¿Quieres cantar? —cuestionó mi padre. Asentí. Papá sabía muy bien cuánto amaba tocar y cantar. Me gustaba tocar la guitarra y perderme raspando las cuerdas. Mi padre había insistido que estudiara algo relacionado con eso, pero yo me negué todas las veces.

—Es para ti, cariño —lo dije alto y fuerte para que todos fueran testigos de aquello. Me miró con asombro y mis comisuras se levantaron al ver su timidez. Cuando recordé dónde me encontraba, clavé la vista en mi padre, que sonreía con suficiencia—. "Forever". 

Los acordes comenzaron a sonar, yo hice lo que siempre hacía cuando estábamos en la fogata: la levanté y la senté en mi regazo bajo la atenta mirada de todos. La aseguré con mis brazos y apoyé mi barbilla en la curvatura de su hombro. La música empezó a cobrar vida, combinaba con los sonidos de la noche. Era fácil cantar cuando se trataba de ella. Evoqué esas veces en las que me había animado a hacerlo delante de todos, siempre sonreía como si estuviera orgullosa de que fuera su amigo. Yo me convertía en un charco, siempre había cantado mirándola. Cuando las palabras no bastaban siempre había una buena melodía que describiese los sentimientos.

Entoné la canción, no quería perderme ningún segundo a su lado. Enredé nuestros dedos y le di un beso en la mejilla en una de las pausas; su cuerpo se estremeció y clavó su vista en el suelo, quizá evitando las miradas fijas de nuestros padres.

Acariciaba las letras de la canción con mi lengua, entretanto todos aplaudían para animar el ambiente, excepto nosotros, porque teníamos las palmas juntas; su padre me guiñó un ojo y mi madre levantó sus pulgares animándome a continuar, así que solté una risilla, pero mi entrecejo se frunció al vislumbrar a Helen con el semblante tenso y la sonrisa fingida. Fue algo sumamente extraño, pero aparté la imagen, dado que no quería amargar ese instante con suposiciones. Además, ella siempre había sido un caso difícil. 

Terminé la canción, la apretujé más y escuché cómo, despistadamente, cambiaron el ritmo de la música. Papá tocó otra cosa para darnos un momento, Ally se puso de lado y enfocó su mirada en la mía.

—Cantas precioso, Gee —susurró solamente para que yo la escuchara.

—Solo es porque te canto a ti —dije.

—Mentiroso. —Rio suavemente. Su risa hizo que mi corazón latiera rápido, tomé su mano y la llevé a mi cuello. Sus ojos chispearon—. Palpita muy rápido.

—Es porque estás cerca —respondí. Allison llevó mi mano a su cuello y sonrió de lado con coquetería. Mis dedos palparon los latidos que golpeteaban desenfrenados, como un tambor dando el paso, a su fina piel.

—¿Ya te diste cuenta de que mi madre está extraña? —Afirmé con un sonido nasal. Allison suspiró y torció la boca con disgusto—. Será difícil convivir con ella otra vez. 

—Las puertas de nuestra casa están siempre abiertas para ti, cualquier día de la semana, cualquier semana del mes, cualquier mes del año —murmuré, llevando mi mano a su nuca y acercándome para comerle la boca. 

—Gee, están nuestros padres —emitió en un hilo con reproche fingido, pero no me importaba que se dieran cuenta de nuestra nueva relación, que era más que obvia, así que le di un besito en el filo de sus labios. Iba a reclamar, pero la silencié con mi dedo índice

—Nos están esperando para asar bombones, luciérnaga —solté juguetón. Ella se levantó como si fuera un resorte y negó, simulando indignación. Se encaminó al toldo donde estaban nuestras madres preparando las brochetas.

No le quité los ojos de encima ni un solo segundo, cepillé con mis pupilas sus piernas largas y torneadas enfundadas en esos shorts —que me quitaban el aliento— escondidos por su camiseta holgada. Se me antojaba aprender sobre arte solamente para capturar de alguna manera lo linda que era, para plasmarla y que se diera cuenta de que no tenía por qué esconderse

Alguien se aclaró la garganta, así que a regañadientes aparté mi vista. Su padre tenía la ceja alzada, tal vez intuyendo que mis pensamientos no eran nada sanos. Intenté controlarme, pero de vez en cuando le lancé miradas indiscretas. Ella se dio cuenta y levantó la esquina de su boca con picardía. Iba a terminar matándome si no dejaba de hacer eso. 

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora