Capítulo 28

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Al final solamente paseamos e hicimos un pícnic en la orilla del lago. Estábamos sentados en el suelo, mis padres y los Tanner platicaban sobre golf. Con resignación me levanté y caminé hacia la orilla, me senté en el mismo lugar en donde le había pedido un beso. Comencé a lanzar piedras, con sus palabras rondando en mi cabeza. No me di cuenta de que mi padre se había sentado a mi costado hasta que me dio un buen susto aclarándose la garganta

Su cabellera cobriza ya empezaba a tornarse platinada y su mirada, verduzca, al ser rodeada por los signos de la edad, pero, a pesar de ello, no podía catalogarlo como viejo. Mi madre decía que se había enamorado de él a primera vista, pero que pasó mucho tiempo hasta que se decidió a salir con papá. Donna y él eran tal para cual. 

—¿Qué pasa, Gerard? —Tomó un puño de rocas e hizo lo mismo que yo, como cuando era pequeño.

—Le dije todo a Allison. —Una presión en mi pecho me ahogó al decirlo y sus párpados se adhirieron a su frente por la sorpresa. 

—¿Qué dijo? —preguntó antes de lanzar con fuerza su primera piedrilla.

—Salió corriendo. —Papá lanzó una carcajada. Lo miré divertido. 

—¿Qué ocurrió anoche? Vi que llegó sola. —No contesté, esperé a que él entendiera mi silencio, y creo que lo hizo porque lanzó un suspiro—. Actuaste mal, hijo, Ally no es como la mayoría de las chicas, me recuerda mucho a tu madre.

—¿A mamá? —pregunté intrigado. Asintió. 

—Fue muy difícil conseguir una cita con Donna, solía mandarme al demonio.

—¿Cómo lo hiciste?

—Los pequeños detalles marcan la diferencia. Conquístala y, si ya te quiere, enamórala hasta que no pueda vivir sin ti.

Analicé sus palabras. Merecía un mayor esfuerzo por mi parte, lo era todo y sin ella no tenía nada, eso ya lo tenía claro, siempre había sido de esa forma.

—Eres cursi, papá. —Soltó una risotada, se levantó y enarcó una ceja en mi dirección.

—Actúa rápido, Ally es una mujer preciosa, cualquier hombre con dos dedos de frente puede darse cuenta, y no creo que otro vaya a dudar.

Y se fue, dejándome más preocupado de lo que ya estaba. Cuando comenzó a oscurecer los adultos recogieron las cosas y se marcharon. Me pidieron que fuera con ellos, sin embargo, decidí permanecer en el sitio para escuchar el movimiento del agua y de la noche. 

Tendí mi cuerpo en el suelo, lleno de piedras que se clavaron en mi espalda, y cerré los ojos para poder verla en mi mente. Una voz interrumpió el silencio tiempo después.

—¿Puedo sentarme junto a ti? 

El brinco que dio mi corazón me hizo sonreír.

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora