Capítulo 35

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Dolía. Dolía saber que no sentía lo mismo que yo, pero las esperanzas crecían cuando veía sus sonrojos, sus ojos brillando con emoción de aquella manera tan asombrosa. 

Me deleité con su perfume y con su cuerpo junto a mí, con su presencia cautivadora. Sus dedos jugueteaban trazando círculos en mi pecho, moría por decirle que se detuviera porque me estaba volviendo loco y no quería perderla cordura. Quería ir lento y saborear cada mirada, cada vez que nos tomáramos la mano, anhelaba probar todo. 

Su cuello se enderezó para poder mirarme, así que agaché la cabeza, haciendo que nuestras narices se encontraran en el camino. 

—Tus ojos brillan —emitió, mirándome con detenimiento. Aparté con dos caricias los cabellos rebeldes de su rostro y los coloqué detrás de su oreja—.Siempre me han gustado

—¿Qué más te gusta de mí? —cuestioné, perdido en los latidos apresurados de mi corazón. Una de sus comisuras se elevó, al igual que su mano izquierda, que acarició la rama de mi mandíbula. 

—¿Por qué piensas que me gusta alguna otra cosa? —Mordí mi labio para retener la risotada por su desfachatez. 

—Mantengo las esperanzas —dije serio, su risa burbujeó—. Podría pasar una vida escuchándote reír y no me cansaría, Ally.

Sus mejillas se tiñeron de rojo y clavó su vista en mis labios. Estábamos demasiado cerca, no tenía idea de si podría resistirme. Se acurrucó más contra mí.

—¿Por qué hiciste lo del refresco en el centro comercial? —preguntó. Cerré mis ojos y dejé que mis labios dieran un paseo por su rostro, siguiendo los pasos que mi mente ya conocía. 

—Porque no iba a permitir que te avergonzaran así.

—Nunca me defendiste antes —soltó tajante. Fue mi turno de sonreír portal disparate. 

—No te diste cuenta —dije. Estaba a punto de reponer, pero la interrumpí porque ya sabía lo que diría—. A Lindsey también, cariño, pero no podía controlar todos sus insultos. Lamento haber estado con ella todo ese tiempo, jamás me he arrepentido tanto de algo. Fui tonto al pensar que iba a dejar de amarte, no pude, y Lindsey sabía de mis sentimientos hacia ti. 

Abrí mis ojos para mirarla.

—¿Cómo que lo sabía? —preguntó estupefacta. Me encogí de hombros. 

Ally se relajó y se acomodó más cerca, yo hice lo mismo apretándola con mis brazos. Deseaba sentirla toda, besarla hasta que me olvidara de todo. 

—Todos lo notaban menos tú, muy en el fondo quería que te dieras cuenta, pero nunca lo hiciste. —Deposité mis labios en la esquina de los suyos y fruncí—. ¿Recuerdas aquella vez que me dijiste que no irías conmigo al baile de San Valentín cuando estábamos en secundaria? —Asintió—. Te había preparado una sorpresa para después, había comprado velas y un montón de girasoles porque eran las únicas flores que te gustaban. Mi madre me prometió que me ayudaría a preparar una deliciosa cena solo para nosotros dos. Quería decírtelo, no me importaba si estabas con Robin, pero me dijiste que no porque tenías mejores cosas que hacer que ir a una tonta fiesta conmigo.

Aún puedo recordar aquel rechazo que me había desinflado por completo, puedo evocar cada uno de ellos. Cada vez que intentaba acercarme de otra manera, ella aumentaba los ladrillos en la pared que había entre nosotros. Seguía sin poder creer que no se había apartado ya y que la tenía tan cerca de mí. 

Su boca se abrió.

—Y-yo no lo sabía, Gee. —A pesar de lo triste que me puse en ese entonces no pude evitar que mis comisuras se levantaran. Ya no importaba, no si la tenía a partir de ese momento y para siempre. Como si fuera una muñeca, la levanté y la senté en mi regazo, la rodeé y apoyé mi barbilla en su hombro para poder susurrar en su oído. 

—¿Recuerdas cuando te encontré llorando en la casa del árbol porque un montón de chicas te habían insultado en el parque cerca de la casa de nuestros padres? —Afirmó con un «sí»—. Cuando te metiste en tu casa caminé hasta ese lugar y le pegué en el cabello un chicle a la chica líder.

—¿En serio hiciste eso? —soltó risueña, a lo que yo afirmé.

—Lindsey y yo no terminamos por los motivos que te hice creer, no fue porque fuera celosa. —Suspiré con pesadez—. Terminamos porque no podía parar de compararla contigo, porque cada vez que la besaba pensaba en ti, porque no era divertido estar a su lado, no me provocaba pasar las noches envela pensando qué hacer al día siguiente para llamar su atención y porque en la intimidad deseaba poder tocarte y hacerte el amor a ti, no a ella. —Su rostro giró tan rápido que tuve que echarme hacia atrás para que nuestras cabezas no se golpearan. Su movimiento era justo lo que necesitaba, pude ver cómo sus ojos centelleaban.

—¿Hacerme el amor? —cuestionó en un susurro

—No te sorprendas tanto, ¿Qué clase de hombre con una neurona no estaría dispuesto a estar con una chica como tú? Brillas por naturaleza, sin necesitar un gran esfuerzo.

—Yo... —dijo dubitativa—. No lo sé. 

—¿Por qué es tan difícil para ti creerlo? —Sus ojos se cristalizaron, intentó apartar sus pupilas, pero no lo permití—. ¿Tiene algo que ver con tu madre?

No contestó, así que solo sonreí con tristeza y la abracé con fuerza. Necesitaba hacer algo, pues no soportaba que no se diera cuenta de que toda esa basura que Helen le había metido en la cabeza era solo eso: basura. 

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora