Capítulo 23

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Ir a su lado sin poder tocarla y besarla era una completa tortura, pero si quería que reaccionara tenía que sacudirla, esperaba que la lejanía le provocará algo

No sabía cómo actuar, no sabía cómo hablarle sin sentirme estúpido. Deseaba con cada fibra de mi ser que me amara de ese modo. Le di una mirada de soslayo, iba más pendiente de ella que de la carretera, y volví a centrar la vista.

Llegamos al lugar atestado de gente moviendo sus cuerpos en masas, la música retumbaba. Me adelanté a pesar de que deseaba tomarle la mano, la sentí caminar detrás de mí, era consciente de cada uno de sus movimientos, aunque no lo pareciera.

En verdad esperaba que lo que había dicho en el baño fuera producto de alguna tontería, de lo contrario, iba a tener que olvidarla. El solo pensar que no me quería, que nunca me querría creaba un abismo en mi interior. Si ese era el caso, ¿Qué iba a hacer con mi amor? Con ese absurdo sentimiento que había ido alimentando con el pasar de los años y que seguía creciendo ¿Cómo detenerlo? Era como el agua, que siempre encontraba una rendija para colarse, así era ella, se colaba por todas partes.

El bar estaba repleto de meseros sirviendo órdenes, siguiendo el ambiente. Me dejé caer en un banquillo.

—¿Quieres tomar algo? —pregunté

—¡No, gracias! —Alzó la voz para que la escuchara por encima de los estruendos, los gritos y la música electrónica.

El barman se nos acercó y, después de darle una mirada a Ally, tomó mi orden. En silencio tomé mi trago. El escozor del alcohol quemó mi garganta; apreté los dientes para resistir.

—¿Quieres bailar? —Su pregunta me descolocó. ¡Estaba funcionando!, peso esperaba: ella no era mucho de bailar, por lo que supuse que no le agradaba mi actitud distante, pero necesitaba más. 

A sus espaldas se encontraba alguien. El tipo de chica que habría llevado cualquier noche a mi cama y la haría mía hasta que gritara y me hiciera olvidar cuáles eran los gritos que en verdad deseaba, ruidos que jamás podría escuchar porque eran inalcanzables.

Rubia, sus labios —demasiado gruesos para ser naturales— se curvaron al darse cuenta de que la miraba fijamente. Levantó la barbilla y señaló la pista, después de lamer un poco su comisura.

—Vuelvo en un momento —dije, rogando que mi plan funcionara y no nos fuéramos a la mierda. Me levanté con los ojos clavados en la rubia, quien se levantó de igual manera y empezó a caminar. Quise averiguar la reacción de Allison, pero me contuve. La chica se introdujo en el gentío, así que la seguí.

Observé, desde atrás, sus piernas largas y contorneadas, su cintura moldeada y su largo cabello ondulado. No me gustaba nada de ella, ni su andar ni su vestuario ni su típico cabello oxigenado, ni siquiera las medidas de su rostro. No era como Allison, y eso bastaba para que no me gustara,pero aun así la rodeé con mis brazos y la pegué a mi cuerpo. 

Como sanguijuela se adhirió a mi anatomía, sus labios volaron a mi cuello, al igual que una vampiresa, al igual que todas; no había nada interesante o nuevo. Ally emanaba un olor agradable a vainilla, su cabello siempre olía delicioso y sus curvas perfectas encajaban cual rompecabezas en mi cuerpo. A su lado todo era así, todo encajaba, supuse que solo yo lo había sentido de aquella forma.

Levanté los ojos, mi corazón palpitó desenfrenado cuando la ubiqué mirándome desde la barra, su mirada brillaba y relampagueaba al mismo tiempo. Me dio una sonrisa de lado y, posteriormente, se giró en el banco para darme la espalda. 

Dejé de mirarla, intenté controlar el disgusto concentrándome en la chica entre mis brazos, pero no lo logré. ¿Había entendido todo mal? Quizá iba enserio cuando había dicho que no me quería y los besos sucedieron debido al alcohol. 

—¿Y si vamos a un lugar más privado? —murmuró la rubia, ni siquiera sabía su nombre. Me debatí mentalmente, la tristeza corrió por mis venas cuando me di cuenta de que Allison no me haría una escena, no se pondría histérica porque no se sentía de esa forma por mí, había malinterpretado todo. Necesitaba sacar sus palabras que continuaban clavándose en mi corazón como estacas.

—Sí. —Sonrió, tomó mi mano y me condujo fuera de la multitud. Antes de salir murmuré:

—Necesito hacer algo antes

Me encaminé hacia Ally, quien al parecer encontraba entretenida su pajilla, ya que no dejaba de mover los hielos con ella. Toqué con la punta demo dedo índice —deseando, en realidad, besarla— su hombro. Me miró con curiosidad.

—¿Me esperas aquí? Regresaré. —Sus pupilas pasearon y se clavaron en la mujer a mi lado, no logré descifrar lo que pensaba. Se estaba escondiendo de mí , y siempre que lo intentaba lo lograba. La rubia apretó mi antebrazo intentando llamar mi atención.

—De acuerdo —murmuró asintiendo. 

La esperanza de que me arrebataría de los brazos de la loba se esfumó y me hizo soltar todo el aire que guardaba en mis pulmones. Sin decir nada más, me di la vuelta.

—¿Esa marimacha es tu novia? —La voz chillona de mi acompañante amenazó con perforar mis tímpanos. Sentí la necesidad de mandarla a la mierda porque la había ofendido, pero no dije nada. 

Deseaba poder decir «sí, ella es mi chica, esa mujer hermosa es solamente mía. 

—No —solté tajante y malhumorado.

Caminamos hacia la camioneta de mi padre en un silencio que fue interrumpido por los traqueteos de sus tacones. Me dejé llevar y seguí sus indicaciones.

Una vez dentro de su departamento supe que se llamaba Mary, que amaba mucho a su ex, quien la había engañado con su mejor amiga. Ambos compartimos anécdotas mientras tomábamos tragos de vodka y reíamos. Ella me aconsejó, con el semblante descompuesto por el alcohol, que no me diera por vencido, porque amores como el mío merecían ser bien recibidos. No recuerdo mucho más después de eso. 

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora