Capítulo 44/Final

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Los asientos traseros de la camioneta de Arthur siempre nos brindaron privacidad, solíamos conversar y hacer bromas que creíamos que nuestros padres no debían saber. Aquel día íbamos uno al lado del otro, su mano se escabulló con sigilo y lentitud hasta que fue capaz de tocar y acunar la mía. Mil mariposas revolotearon en mi estómago: seguía sin acostumbrarme. Sus yemas trotaron por mis nudillos y recorrieron los trayectos irregulares de mi palma, me convertí en un manojo de nervios.

Miré hacia el frente y me topé con la cabellera de mi madre. Recordé lo queme había dicho más temprano. Por misterioso que fuera, no me sentía indefensa e insegura. No permitiría que ella y todo lo que había provocado influyeran en mi vida, no más, así que recargué mi cabeza en su hombro y procuré adherirme a él. Gerard sonrió de lado, miró por debajo de sus pestañas a nuestros padres —que estaban sumergidos en una plática sobre caballos— y soltó mi mano. Iba a preguntar el porqué de aquello, pero luego sentí su brazo deslizarse detrás de mi cintura; curvé la espalda para que pudiera hacerlo. 

Apenas me tocaba y yo ya era un incendio.

—¿Y si te doy un beso? —preguntó en un susurro frente a mi oído. Lo miré con la ceja alzada. 

—¿Y si me das muchos cuando lleguemos? —respondí con una sonrisita. Sus labios se abrieron por el asombro que le causó mi osadía.

—Trato hecho —sentenció y regresó la vista al frente. Quise hacer lo mismo; no obstante, lancé un chillido del susto. La cabeza de mi padre giró con rapidez y sus ojos me enfocaron.

Me obligué a sonreír e intenté apartar la mano de la piel desnuda de mi cintura. Gee aguantaba la risa, mientras me acariciaba con descaro por debajo de la ropa. Aclaré mi garganta con nerviosismo porque papá aún esperaba una respuesta. 

—Sufrí un calambre, lo siento —murmuré con los dientes apretados, aunque me encantaban sus juegos

Papá negó divertido y regresó la atención a la conversación. Gee detuvo los movimientos de sus dedos, le di un codazo en las costillas, de igual modo. Lo escuché reír entre dientes, depositó un beso en el filo de mi pómulo y me dijo susurrando que me amaba. Aquellos momentos me llenaban de dicha. 

¿Cuántas probabilidades había de que tus deseos se hicieran realidad? Siempre lo había amado, y aunque creía que era imposible, mi corazón lo amaba aún más. Tenía mucho que contarle a Lissa y debía empacar mis cosas cuando llegáramos a casa

...

Media hora después aparcamos a las afueras de la casa de Gee y le prometí a papá que empacaría y me iría a mi antiguo hogar con algunas de mis cosas. Entramos a trompicones con dos pares de maletas cada uno y las dejamos en el recibidor. Me encaminé a la cocina porque estaba sedienta y obtuve agua del refrigerador. Me atraganté cuando sus manos me envolvieron desde atrás, cerré los ojos y dejé la botella en la encimera. 

—Estamos solos —dijo—. Hicimos un trato. 

De un solo movimiento me volteó y se enredó a mi alrededor. Me aventuré y besé sus labios, y él suspiró en mi boca y siguió mi ritmo lento. Sus manos resbalaron por mi columna y acunaron mi trasero, por lo que me colgué de su cuello y permití que me condujera a donde deseara, no me inmuté porque estaba entretenida disfrutando de su aliento y su olor, de cómo apretaba mi cuerpo contra el suyo. 

Pronto mi espalda hizo contacto con algo suave, caímos al sofá. Me resbalé hasta que encontré una posición cómoda y permití que se colara entre mis piernas. Verlo encima de mí hizo que un destello iluminara mi mente, sentí que ya había vivido eso antes. Lo besé con todo lo que pude sacar de mi alma y estrujé su cabello como solía hacerlo. Sus caderas comenzaron a bambolearse contra las mías, creando una fricción que me hizo gemir.

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora