Capítulo 7

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Dieciséis años de edad 

Su carita estaba pálida, sus ojos eran tristes. Estaba junto a Robin pero en cuanto vio a Gee llegar a aquel lúgubre sitio, corrió hasta él y se aferró a su cuello. Gerard la rodeó, la abrazó con tanta fuerza que pensó que era extraño que no se rompiera, no podía evitarlo, solo quería sostenerla y arrullarla hasta que se calmara, quería borrar los centímetros afligidos de su rostro. Allison sollozaba, inconsolable. 

—Se fue, Gee. —Aspiró y se enroscó aún más a su alrededor—. Helen se ha ido

Él cerró los párpados, sintiendo el dolor como suyo. Recordó a la anciana sonriente, que había sido una de las personas más amorosas y cariñosas que alguna vez conoció. La mujer siempre los había recibido con una sonrisa que se extendía por todo el ancho de su rostro y, después de darles dos besos tronados en las mejillas, les cocinaba galletas con chispas de chocolate. En ocasiones la habían ayudado a plantar flores en su jardín y como premio los dejaba comer golosinas hasta tarde —a escondidas de sus padres—. Cuando había llovizna, salía con ambos a jugar debajo de la lluvia, cantando una canción infantil sobre gotas con sabor caramelo, y juntos abrían las bocas para dejar entrar el agua proveniente de las nubes. Helen también había sido como una abuela para él. 

Acarició su suave cabello y la estrujó.

—Tranquila, cariño. —Repartió besos en su sien mientras sentía las gotas caer sobre su pecho, mojando su camisa nueva. No le importó, no le importaba siquiera si una bomba le explotaba en la pierna siempre que ella estuviera a su lado para vendarlo—. Tranquila

—La voy a extrañar. 

—Es un ángel, cielo, los ángeles siempre regresan a su lugar junto a Dios. 

—No me dejes sola, Gee, te necesito.

El pecho se le infló cual globo, ella no solía soltar ese tipo de comentarios, lo cual significaba que de verdad lo necesitaba, de verdad lo quería ahí. Después de enterarse de la noticia no había estado seguro de ir, todavía le afectaba ver a Ally con Robin. Ni en sueños imaginó que esta, al verlo, correría como si fuera un oasis en su desierto y se colgaría de su cuerpo sin dejar espacios entre ambos. No la dejaría, nunca lo haría. 

La abuela Tanner murió de un infarto, había sufrido muchos con anterioridad, pero nunca uno tan grave. La aferró más y percibió su aroma. A pesar del tiempo, aún no entendía qué era lo que se rociaba en el cabello, siempre olía tan agradable; olía a su perdición. Alguien se aclaró la garganta: Robin.¡Joder, no! No estaba listo para soltarla

—Ahora no, Robin, necesito a Gee. Él creció conmigo, me entiende en esto. 

Abrió los ojos con impacto, era la primera vez que su luciérnaga hacía algo como aquello. Nunca corría a su novio rockero, siempre era Gee el que tenía que marcharse cuando Ally le lanzaba miradas exasperadas. Esos dos hombres hormonados no podían estar en una habitación juntos sin insultarse, uno alegaba que su derecho de antigüedad le permitía estar cerca de su amiga, mientras que el otro decía que el amor llevaba la ventaja a la amistad. Ally solo repetía que no era un objeto y ella podía decidir. Gerard sonrió de lado y vio cómo el rubio salía furioso de la funeraria ¡Imbécil! Sabía que no la quería lo suficiente, nadie la amaría como él. 

...

Agradecía su presencia, cuando él estaba se sentía un poco mejor. Recordar esas horas en las que su abuela había estado postrada sin moverse le causaba desasosiego. Jamás había deseado tanto el refugio de su amigo, era su sombrilla contra las tormentas, la cueva para refugiarse de un oso hambriento. 

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora