Capítulo 12

56 5 0
                                    

El timbre sonó, me levanté de prisa y sacudí mi ropa. Entretanto mi amigo caminaba hacia la puerta para abrir. Cuatro muchachos entraron por el umbral después de saludar con un choque de manos a Gee. Los gemelos Finn y Jack eran rubios, altos, apuestos y delgados. Era entretenido verlos discutir sobre cosas que ni siquiera entendía; yo era nerd, pero ellos estaban a un nivel mucho más alto. Frank, era el gracioso y el alma de las fiestas. Y por último, Ben Hardy, una puesto rubio de ojos verdes que, por cierto, me trataba como a un hombre más, cosa que detestaba, pues había lastimado a mi mejor amiga. 

Lissa y él habían sido novios antes de que pudiera conocerlos, eran adolescentes y tuvieron una relación en secreto porque los padres de mi amiga odiaban a Ben por no tener el mismo nivel económico que ellos. Ella lo había amado, lo seguía haciendo, lloraba todas las noches por la indiferencia de Hardy, quien solo la utilizaba para tener sexo. Muchas veces quise romperle la cara, pero también le estaba agradecida, porque por él había conocido a Olivia Cooke.

Los chicos me saludaron y se dejaron caer en el sofá de cuero negro. En cambio, yo me senté en mi sillón café —que no combinaba con el aire moderno del resto del lugar— al estilo indio. Gee arrojó en mi dirección una lata que atrapé en el aire, abrí la cerveza y le di un trago largo. 

—¿Partido o juego? —cuestionó Frank.

Los seis gustábamos de juntarnos cada fin de semana para no perder la amistad debido a la presión de los estudios. Hacíamos cualquier cosa: ver televisión, leer historietas, salir a bares o jugar a estupideces. 

—No hay partido el día de hoy, todos fueron la semana pasada —respondió Finn, después de empujar unas gafas que resbalaban por el ángulo de su nariz. Los gemelos eran dos genios de pies a cabeza, sabían cosas que probablemente ni leyendo toda la vida retendría—. Será juego, mañana tenemos que estudiar.

—Me toca elegir —dijo Ben—. Verdad o reto.

—¿Verdad o reto? —pregunté, confundida y divertida a la vez—. ¿Tienes diez años?

—Quiero jugar a eso, Al, si no te gusta puedes irte —soltó, tajante. Apreté los dientes con furia, ¡maldito imbécil!

Gee, al percatarse de mi molestia, le dio una palmada a Ben en la cabeza. No me gustaba cuando me llamaban «Al», recordaba el acontecimiento que había sucedido en el parque a los doce.

—Te voy a romper las bolas la próxima vez que me digas así —gruñí. El chico, demasiado engreído, rodó los ojos. No pude evitar fantasear con cortar con unas tijeras para el césped sus partes íntimas. 

La voz del que era mi pesadilla habló sacándome de un sueño inalcanzable

—Ya que estás tan animada, dinos ¿verdad o reto? —Suspiré ante la pregunta.

¡Joder! Tenían más de veinte años y seguían con sus juegos para mocosos del jardín de infantes. 

—Verdad.

—¿Alguna vez estuviste enamorada de Gee? —preguntó. 

Gee se atragantó con su bebida y clavó los ojos en mí con una expresión que no pude reconocer. Mi corazón empezó a latir con rapidez al verlo sonreír de lado. No pude aguantar más, así que desvié la mirada.

—Sí, me enloquece escuchar cómo eructa y arroja gases por toda la casa —Escuché las carcajadas de los chicos, pero los engranes en mi cabeza no dejaron de trabajar.

Sabía que él no era tonto, debía saber que mentía debido a mi nerviosismo; no podía controlar el pánico. Me atreví a mirarlo, recibí un guiño que calentó mis mejillas. Gee sonrió de nuevo, estaba coqueteando conmigo sin darse cuenta y eso me mataba.

La primera ronda transcurrió con tranquilidad después de aquello. Gerard fue obligado a gritar en la calle que le gustaba jugar con muñecas, Jack eructó el abecedario completo, Ben contó su peor experiencia en el sexo mientras yo obligaba a mi cerebro a no imaginar los detalles del acto descrito, Frank no pudo hacer veinte lagartijas y Finn confesó que aún era virgen.

Mi turno llegó una vez más y Frank volvió a dirigirme su sonrisa malévola, listo para hacerme sufrir. 

—¿Verdad o reto, Ally? —cantó con animosidad.

—Reto —dije sin más. Él frunció los labios con diversión, me arrepentí al instante. Todos sus castigos tenían que ver exactamente con lo mismo: Gee.

—Te reto a que beses a Gee en los labios, un beso de lengua —Mis párpados se abrieron, mi corazón comenzó a tamborilear como la batería de una banda de rock, la boca se me secó, tanto, que me daba miedo que mi lengua sufriera grietas en el dorso.

Besaría a Gerard. A Gee en los labios. En los labios a Gee. Había esperado muchos años para hacerlo. Toda la vida, para ser exactos.

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora