Capítulo 17

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—Estás equivocándote si crees que voy a permitir que te marches —siseó en voz baja, mirándome directo a los ojos.

Tragué saliva cuando me hice consciente de la escena. No supe dónde colocar mis brazos, así que los puse entre los dos. Uno de sus muslos estaba entre mis piernas, nuestros pechos se unían peligrosamente cada vez que respirábamos. 

—¿Ah, sí? ¿Qué vas a hacer? —cuestioné un tanto nerviosa. Estaba extraño, me miraba de una forma que me confundió y me dejó muda.

—No me importaría encadenarte a mí toda la vida —soltó.

Un revoloteo chispeó en mi estómago... ¿Uno? No, eran miles, era un conjunto de mariposas volando en mi organismo. Su intensidad me estaba devorando con lentitud. Era tal, que pensé que caería por el temblor que comenzaron a dar mis rodillas.

Pero no caí, porque sus manos se enredaron a mi alrededor. Sus ojos me hipnotizaron, su olor me cautivó, su respiración me dejó atolondrada. 

—¿Lo fuiste a verle? —Negué, sabiendo a quién se refería. Sus pozos verdes cayeron a mis labios. Hiperventilé—. Te juro que no dije nada de ti. 

—¿Entonces es mentira lo que dijo? —Asintió con la frente arrugada.

—No dudes de mí —murmuró al tiempo que le daba un apretón a mi costado.

Su cercanía comenzó a evaporar mi enojo. Respirar el mismo aire me estaba matando, y fue entonces cuando recordé cada momento que habíamos vivido juntos: habíamos crecido tomados de la mano, nunca me había mentido.

—Está bien. —Gerard esbozó una sombra de sonrisa y me abrazó con más fuerza. 

—Me importas demasiado —susurró frente a mi rostro. Besó mi frente, mis mejillas y la punta de mi nariz, causándome un escalofrío. Estancó su mirada en la mía por un segundo para llevarla después hasta mis labios una vez más. Temblé. ¿Por qué me miraba fijamente y con la boca entreabierta? Su aliento chocó contra mi boca—. Y respecto a tu arranque de rabia, no sé qué hacer para que comprendas que cualquiera estaría encantado de estar con una mujer tan preciosa como tú —susurró.

Sentí fuegos artificiales. Si no se alejaba pronto no podría aguantar un segundo más y terminaría besándolo. Si sumaba sus palabras, su perfume masculino, su mirada penetrante y su lengua chupando su labio inferior daba como resultado mi locura. Gee abrió su palma en el costado de mi cintura para abarcarla por completo; más ardor cubrió a mi cuerpo. 

Su rostro se acercó hasta que las brisas de nuestros alientos chocaron, hasta que su nariz topó con la mía. Ahogué un suspiro soñador. Un recuerdo quiso hacerse paso en mi memoria: los dos en una cama, él encima de mí. Gerard jadeó sacándome de mis pensamientos.

—Debería dormir un poco, estoy cansada —murmuré en un hilo con la poca resistencia que me quedaba.

—¿Mmm?

—Vamos a dormir —susurré. 

—No —musitó. Lo miré alzando una ceja ante su tono mandón, tragó saliva con nerviosismo—. No vamos a dormir todavía.

—¿No? —pregunté, extasiada por la ascensión de su pecho. Negó.

—Tenemos un asunto pendiente. 

—¿Qué asunto? —Su agarre se afianzó, uno de sus brazos subió por mi columna, sentí su mano agarrando mi nuca.

No parecía yo, parecía una necesitada de comprobar si sus labios eran tan suaves como se veían. 

—Nuestro primer beso verdadero.

El tiempo se detuvo, su boca rozó la mía y se mantuvo en ese punto, como si estuviera disfrutando de ese mínimo contacto. Unió nuestras bocas con tanta lentitud que me daban ganas de devorarlo, no sé, quizá me quería volver loca. Palpó mis labios con los suyos e hizo que nuestras narices chocaran. ¿Porqué mierdas no me besaba?

—Porque quiero sentir tu boca y tu respiración antes de besarte, porque no solo es un beso para mí. —Mis párpados se abrieron al comprender que había hablado en voz alta. Él sonrió apenas—. Es más que un beso en los labios, es un beso en el alma. 

Su lengua se hizo paso a través de mi boca, mi respiración comenzó a agitarse, al igual que la suya. Con timidez extendí mi lengua y lo toqué con ella, Gerard se tensó al sentir el contacto. Rugió con urgencia, era tan varonil que una neblina fundió mi cerebro, se desconectó. 

No pensaba en nada y, aunque sabía que tal vez me arrepentiría después, no había alertas en mi cabeza porque solo podía pensar en su boca amasándome. 

Fue entonces que comenzó a besarme de verdad, amasó y moldeó, abrió su boca dándome paso, gustosa acepté la invitación. Me introduje en él y exploré su cavidad con osadía, era como si fuera mi piso, como si estuviera hecho para mí. Nuestras lenguas bailaron, se acariciaron con lentitud. Un gruñido salió de su garganta y, lo que era lleno de cariño, se transformó en pasión cruda.

Me estaba consumiendo, me besó con un desenfreno que me desenfrenó dela misma manera. No se escuchaba nada, a excepción de nuestras respiraciones agitadas. Me arqueé involuntariamente, presa del deseo, para unirme más. 

Sentí una presión en el muslo que provocó que me alejara de la nube embriagante en la que me había sumergido. Me separé un poco para tratar de controlar a mi alocado corazón que latía descontrolado. 

Gerard estaba serio, mirándome con las pupilas dilatadas, mientras su pecho subía y bajaba con rapidez, al igual que el mío. No sé cómo lo hizo, pero me acostó sobre la cama y me abrazó. Confundida, porque no había insistido en besarme, recosté la cabeza en su antebrazo. 

—Descansa, luciérnaga —mis párpados lucharon por no cerrarse, pero su calor siempre me había calmado. Y las caricias que impartió en mi cabello terminaron con mi resistencia.

A mitad de la noche me desperté y lo contemplé, el miedo corrió por mis venas, las dudas se arremolinaron en mi mente. Y me aparté.

Do you feel it? Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora