16. Mujercitas y Rayuela

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Con el paso de los días, Irene iba recuperándose del dolor que le había supuesto perder a Carlos. Había hecho algunos cambios y limpiezas más en su casa y se había atiborrado de lecturas de libros que no solía leer en aquella época, hasta descubrir que la estabilidad había llegado para ella y que se quedaría siempre y cuando no volviera a verle. Ahora sólo necesitaba tenerle lejos y hacerse a la idea de que se había marchado a Nueva York con otra para construir el rascacielos de sus sueños.

Había dejado de coger libros prestados de la Biblioteca Pública para leerlos directamente allí. Porque estaba bien estar en casa, pero sentía que así las tardes en las que no se quedaba a propósito en el instituto para cargarse con más trabajo que la ayudara a distraerse, salía, veía la calle, le daba el aire y no sentía tanta ansiedad. Además, la biblioteca era un sitio tan amplio y tan acogedor, que daba la sensación de que allí estaba protegida de cualquier cosa, de que nada malo podría pasarle.

Estaba leyendo, por enésima vez, Mujercitas. Le gustaba tanto aquella historia que no le había importado repetir. Y además nunca la había leído en una biblioteca, con aquel silencio y ese olor a libro, con la gente callada o hablando entre susurros y aquella bibliotecaria que, de vez en cuando, elevaba los ojos por encima de sus gafas de media luna y soltaba un "schchchch".

La mesa que más le gustaba era una que estaba al lado de un enorme ventanal. Entraba la luz perfecta para leer y cuando llovía, se sentía todavía más acogida por aquel enorme edificio preñado de libros. Aquel jueves, por ejemplo, era uno de esos días lluviosos y la lectura de Mujercitas le estaba pareciendo más encantadora que de costumbre. Fuera llovía y dentro ni la lluvia ni los pensamientos amargos la calaban.

Luego llegó aquel tipo alto del jersey de pico, con su ejemplar de Rayuela, y se sentó en esa misma mesa, frente a ella. De él sólo le separaba la lámpara alargada que partía la mesa en dos, y por eso quizá a Irene le dio tiempo a fijarse en su jersey gris, en su pelo castaño un poco despeinado y en su paraguas, apoyado en la mesa. Le dio tiempo hasta a pensar que ella no se había traído paraguas.

Por su parte, el desconocido debió sentirse observado porque elevó la mirada y se encontró con los enormes ojos verdes de Irene mirándole, y huyendo después, escurridizos, hasta el renglón de la página de Mujercitas que habían dejado a medias para reparar en su presencia.

Él también volvió a concentrarse en su lectura, pero en un momento dado, volvió a elevar la vista y de nuevo sus ojos se chocaron con los de la psicóloga. Y así un buen rato con varios encontronazos de miradas, carraspeos para disimular o vistazos rápidos a la ventana, en el que a lo mejor habían avanzado un par de páginas cada uno.

Llegó un momento en el que Irene se sintió incómoda, porque ya no sabía si es que el tipo estaba intentando ligar con ella o era ella la que estaba intentando ligar con el tipo, o si simplemente lo que miraba él era su libro, o si es que de verdad tenía aspecto de muchacha vulnerable y con el corazón roto, así que se levantó, dejó Mujercitas en la mesa de la bibliotecaria y salió a la calle.

No quería, por nada del mundo, estropear la sensación de seguridad que le daba aquella biblioteca. Y lo que más segura le hacía sentir era que no conocía a nadie allí dentro y que si veía cualquier cara conocida, era capaz de ocultarse de ella enfrascándose en la lectura.

Una vez en la calle, con aquel olor a lluvia, que seguía cayendo con toda su fuerza, y sin paraguas, le dieron ganas de echarse una carrera hasta la marquesina del autobús y esperar allí a que escampase. Así, por lo menos, si aquel desconocido que leía a Cortázar salía, no la vería.

"¿Pero en qué demonios piensas, Irene? ¿De verdad te crees tan irresistible como para que un chico así decida seguirte?"

—Creo que necesitas un paraguas —muy bien. O ése tipo era un psicópata verdadero o ella era muy irresistible.

Nunca digas siempre [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora