Capítulo 9

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Decir que había dormido sería mentira, la emoción de por fin tener un empleo fijo y en el que al parecer no necesitaba ocultar su casta era como un sueño, sonrió aun entre las suaves sabanas, miró el reloj, era hora de levantarse para comenzar su día, no se sentía cansado, todo lo contrario la energía recorría su cuerpo con rapidez, se duchó y cuando salió pudo notar que un pulcro uniforme colgaba del perchero y unos brillantes zapatos aparentemente de su talla se encontraban en el buró, sonrió al leer la nota que los acompañaba, el Sr. Edwin los había dejado ahí para él, miró detenidamente el traje, no podía creer que algo tan elegante había sido creado apenas ayer y para él, rápidamente se cambió, se miró en el espejo y no reconoció su reflejo, de verdad parecía un mayordomo, miró su cabello revuelto y una mueca adornó su rostro, tomó un poco de aceite y se decidió a peinarlo, normalmente dejaba que su fleco cayera un poco descuidado pero ahora un pulcro copete lo sustituía, se volvió a mirar y para cuando se convenció de que estaba listo salió rumbo a la cocina para presentarse con el Sr. Edwin.

Al verlo el hombre inglés lo halagó, cosa que lo hizo sonrojar, le dio las gracias y se dispusieron a desayunar y cuando el mayor le dijo que era momento de empezar la rutina se puso de pie rumbo a la habitación del Sr. Stark, el día anterior el Sr. Edwin le había enseñado el lugar y ahora sabía de memoria cada sitio de la mansión, pasó primero al pequeño closet de limpieza y sacó unas toallas limpias; al estar ya frente a la puerta alisó las arrugas inexistentes en su uniforme y tocó, fue por pura cortesía pues sabía que el moreno no se levantaría, o eso le había dicho el mayordomo; al no oír respuesta abrió la puerta y la cerró a su paso, dejó las toallas en un pequeño buró y caminó hasta llegar a la ventana donde jaló las cortinas dejando entrar los primeros rayos de sol, sonrió al ver el paisaje, a lo lejos se apreciaban los rascacielos de una ciudad que empezaba a despertar.

Observó la habitación, era grande y espaciosa, muy elegante y algo fría a su parecer, miró los muebles y sus ojos viajaron hasta el otro lado de la habitación donde un muy dormido Sr. Stark descansaba, apartó la vista y se decidió a meter las toallas limpias al tocador, cuando salió buscó el dispositivo le había enseñado el día anterior el Sr. Edwin, que en su opinión era un vil pedazo de vidrio pero que al tocarlo se convertía en lo que parecía ser un reproductor de música de alta tecnología, cuando lo encontró hizo lo propio y la música inmediatamente empezó a sonar, aun no averiguaba de donde salía el sonido pero no le tomó mucha atención, subió el volumen y fue en ese momento en que la voz del alfa le provocó un calosfrió.

—Jarvis, solo 5 minutos más por favor —removiéndose entre las sabanas.

—Buen día Sr. Stark, el Sr. Edwin me dijo que no apagara la música —contestó el rubio, no había esperado que el castaño dijera algo.

Al escuchar la voz del ojiazul Tony perdió todo rastro de sueño, rápidamente se sentó en el colchón e inmediatamente sonrió al ver al rubio frente a él, traía puesto su uniforme, un pantalón y saco negros, una camisa blanca de cuello alto, chaleco blanco y un lindo moño del mismo color que en su opinión lo hacían ver adorable.

—Buenos días Niño —levantándose de la cama y acercándose a él.

—Buen día Sr. Stark —bajando la mirada pues el hombre solo traía puesta su ropa interior, intentó no guardar la imagen del cuerpo bien tonificado del mayor, pero le fue difícil—, ya he preparado su baño, el desayuno estará listo en treinta minutos, con permiso —dijo para salir de ja habitación sin decir más.

Sus mejillas estaban hirviendo y trató de darse un poco de aire al soplar su mano, pero al parecer no sería suficiente, bueno, al menos no había tartamudeado al hablar con el hombre pues definitivamente eso lo había tomado desprevenido, golpeó sus mejillas para espabilar y caminó de regreso a la cocina.

IN HIS BLUE EYES - PRIMERA PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora