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Dicen que cuando le haces algo malo, dañas, hieres, traicionas o lastimas a la persona que te ama, la vida se encargará de cobrártela multiplicada por cien.

Desgraciadamente es algo que va más allá de los deseos de las personas, y de lo que no se puede huir.

Nadie, absolutamente nadie puede escapar del karma del destino.

De ello Off se había dado cuenta muy tarde.

Después de haber merodeado por toda la casa desde que fue a buscar a Gun por la mañana, y parte del medio día, decidió salír a tomar aire. Aquel lugar lograba ser asfixiante para él.

Fue así como decidió sentarse con las piernas cruzadas en el patio trasero, serían poco más de las cuatro de la tarde. Exhausto, derrotado, cabizbajo y asustado.

-Dios, ¿Qué hice mal?

Se preguntó en voz alta, y como era lógico y de esperar, no obtuvo respuesta.

En lugar de ella, el viento sopló y levantó unas cuantas hojas secas que la suave y cálida ráfaga invernal había colado del árbol de granadina del vecino.

De un sorbo largo se terminó la cerveza que reposaba en su mano, ya estaba amarga y caliente, tiró la lata vacía junto a las otras diez para abrir la última del paquete.

Fue en busca de ellas cuando de su pantalón sacó el aro que con tanto esmero y amor mandó a hacer a medida y singular diseño, tardó tanto tiempo en crear cada detalle único e irrepetible, y ahora ¿de que servía? ¿Cuál era su significado, si su antiguo portador lo rechazó? Lágrimas corrían acariciando con descaro sus mejillas.

Gun había vuelto semanas atrás. Y como prometió, llegó a llevarse sus cosas. Si bien es cierto que le pidió a Off que no estuviera allí, el mayor no pudo acceder a aquella petición porque necesitaba verlo, hablarle, tocarlo, explicarle, pedirle y si era posible, exigirle.

Patético. Ese sería el comportamiento que lo definía últimamente.

No sabía en qué estaba pensando aquel momento, cuando quiso impedir e imponerse por encima de los deseos que Gun tenía por salir de allí. De aquellas paredes que antes lo acogían con el suave aroma del amor, ahora no significaban más que un olor de algo que lo ahogaba y asfixiaba.

Intentó conmoverlo con lágrimas y tratos a su conveniencia, sin siquiera pararse a pensar en él, o en lo que sentía, ni por un momento. Un gesto bastante asqueroso de su parte.

Aquel día Off pudo notar algo distinto en Gun, ya no parecía tan débil, no parecía frágil, sus ojos que antes lo miraban con genuino amor, ahora lo hacían con algo parecido al desprecio, sus movimientos eran ágiles a pesar de llevar aquel cabestrillo que sostenía el yeso de su brazo en el interior. Parecía más determinado cada vez que tomaba sus pocas pertenencias - las que había comprado él, no se llevaría nada que Off haya puesto en sus manos- y las metía en las maletas sin ningún orden en específico, pertenencias que Off se encargaba de sacar cada vez que Gun la acomodaba, parecía un juego de nunca acabar.

Gun terminó cediendo momentáneamente. Se sentó en la cama a escuchar lo que Off tenía que decir.

Igualmente, lo que el mayor pudiera decirle no cambiaría su decisión, por más que Gun amara a Off, no podía dejar a unos pequeñitos sin su padre. Él más que nadie sabía lo que eso se sentía. Ser rechazado desde el nacimiento, abandonado, despreciado por las personas que más deberían amarlos y protegerlos, se sentía como la puta mierda. Gun no iba a ser el causante de eso.

Por supuesto que le dolía como habían terminado las cosas, pero no por ello él se dejaría morir, en pocos días retomaría su vida como lo hizo antes, eso no le asustaba, él era fuerte, podría con ello.

Puedo Tenerlo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora