Llevaba apenas unos días y ya había conseguido un enemigo y un cambio de habitación, lo lamentaba por Joan, era un buen compañero de cuarto aunque de todas formas nos veríamos a diario.
- Al menos podrías haber esperado a que cada uno escoja su espacio - dijo al entrar.
- ¿Para qué? Si de todas formas te encanta armar problemas.
- ¿Estás consiente de que me caes mal?
- ¿Y qué quieres? ¿Qué me ponga a llorar, te ruegue o me mate? Ja, que estúpido eres - reí.
- Agradece que no te puedo golpear.
- Hazlo, así te corren.
- Eso quisieras, pero si alguien saldrá de aquí vas a ser tú, becadito.
Quizás para él ser becado era un insulto, en cambio para mí era todo lo contrario, era una forma de ganarme mi educación.
- ¿Qué haces? - pregunté al ver cómo quitaba mis libros.
- Necesito espacio para los míos.
- Te dejé la mitad, deja de buscarme problemas - advertí.
- Necesito más.
- Detente idiota - dije quitando su mano.
- Dije que necesito espacio - insistió empujándome.
Cómo no podía golpearlo ya que eso sería señal de que lo agredí, jalé su cabello sin piedad alguna.
- Qué no quites mis libros - dije tensado.
- ¡Oye mi cabello!
- Entonces no me provoques.
- Ven aquí - dijo tirando mi cabello.
- ¡Auch!
- ¿Duele, verdad?
- Maldita sea, suéltame...¡Oye!
Caí en la cama quedando boca abajo, el cuerpo de Christopher me impedía el movimiento y eso me alteraba aún más.
- ¿Qué pasa princesa? - rió.
- No me llames así.
- Prin-ce-sa - susurró.
No entendía su afán de molestar, tampoco entendía porque me empeñaba en caer siempre en sus provocaciones.
Apenas sentí que me soltó, dejé su cuerpo bajo el mío, lo que más me molestaba era que la cama que estaba en completo desorden era la mía.
- Mira niño, estás acabando con mi paciencia - advertí.
- Guapo - dijo lanzando un beso.
No resistí las ganas de lanzar una bofetada, aunque tenía ganas de darle las que fueran necesarias.
- ¿Qué pasa mi amor? ¿Te dolió? - reí.
- Aprovechado.
- Idiota.
- Pobre imbécil.
- Estúpido.
- Mal educado.
- Hijo de papi - reí.
- BASTA CON ESO - gritó golpeando.
Me hice a un lado al sentir un dolor en una parte débil, para los hombres no hay nada más doloroso que un golpe bajo.
- M-Maldito idiota...mierda - me quejé.
- Algún día le pediré perdón a tus hijos por ese golpe.
- ¿Y quién te dijo que quiero hijos?
- ¿No? ¿Por qué?
- Qué te importa ¿Ahora quieres saber de mi vida? No demuestres tanto tu interés - añadí.
Negó fastidiado, no hice más que quedarme sentado en la cama mientras él volvía a poner en orden todas sus costosas cosas.
Notaba que era muy estructurado y ordenado, algo bueno, si había algo que odiaba era el desorden.
- ¿Te queda espacio en tu closet? - preguntó de pronto.
- Para ti no.
- Eres realmente detestable.
Reí intentando aumentar mi burla, realmente no sabría hasta cuándo aguantaría esta situación, solo esperaba saber controlar la rabia.
Desvié la mirada de mi celular al ver cómo se quitaba la camisa, era tan o igual flaco que yo.
- Linda espalda - comenté.
Me miró con el ceño totalmente fruncido, tiró la camisa en mi dirección dando directamente en mi cara.
- Pobre idiota - dijo cerrando la puerta.
- Wow, rico perfume - dije oliendo esta.