Capitulo 24: Orgasmo en presidencia

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Nathaniel Archer

Me jodia, me reventaba el que no pudiera sostener un no por mucho tiempo cuando de Catalaia se trataba. Cinco meses en constante tentación, deseando hacerla mía, penetrarla con ímpetu mientras observaba cómo sus ojos se ponían en blanco con cada embestida. Las ganas pudieron más que la abstinencia que llevaba más sin embargo aún temía que el bebé sufriera algún daño. Besando sus labios e imaginándome entre sus piernas casi perdiendo la cabeza susurré.

— Eres cruel, muy cruel. Lo hago por tu bien.

— Iremos despacio pero no te atrevas a decirme que no otra vez.

Ya no era como cinco meses atrás, ahora su vientre estaba pronunciado y joder, follar con una embarazada me parecía algo..., algo morboso y hasta vergonzoso. Mi hijo estaba ahí dentro, y lo encontraba no se..., inapropiado.

— Cata, el bebe esta ahi dentro, podría hacerse daño.

— A veces eres tan intenso como tierno, nada le pasara, pero yo muero por follar, no se como he aguantado cinco meses.

Junto al archivo había un diván cómodo y amplio que usaba cuando tenia que revisar por horas contratos y decenas de documentos. Me engañaba a mi mismo, la deseaba con locura y la veía igual de apetecible que siempre aunque ella lo dudaba. Me tumbe sobre aquel diván con los pantalones a los tobillos sin estar muy convencido del todo de lo que estaba a punto de hacer. Tire de su muñeca de modo que subió sobre mí a horcajadas y esa sensación de tener su vagina frotándose contra mi erección era algo que había deseado volver a sentir con locura.

— Follame, hazlo ya

Negué con la cabeza besando su labio inferior. Penetre su vagina suavemente sintiendo que me adentraba a un deleite inefable. Me encontraba entre el cielo y el delirio.

— Muévete, despacio nena. Hazlo, se que te gusta

Lo que sentía a estar en su interior nadie más podía lograr hacérmelo sentir. Cuando el placer y el amor se juntaban, creaban una combinación explosiva entre los dos. Movió sus caderas suave pero apasionadamente y aquella vez fue distinta a las demás, más que follar y buscar placer carnal, disfrutábamos de sentir nuestras almas entrelazadas más allá de la carne. Lo que tanto ella buscaba y le encantaba lo estaba obteniendo, me estaba follado y ella le llamaba a eso, hacer el amor. No era rudo, no era violento sino todo lo contrario y comenzaba a disfrutarlo tanto como el sexo al que estaba acostumbrado a tener. Las hormonas la descontrolaron y aumentando el ritmo en sus caderas se movía con desespero morbosidad. Colocando mis manos sobre sus caderas la detuve susurrando en su oído.

— Nena, despacio, podrías lastimarte.

— Necesito sentirte, necesito..., joder necesito sentir como entra y sales de mi vagina.

— Eres una golosa

— ¿Es malo eso?

— Me encanta

Quería embestirla como ella me pedía, pero tenía que lidiar con mi fuerza bruta y las ganas que traía de hacerlo con fuerza, quería hacerla gemir y escuchar cómo su piel chocaba contra la mía. Pero aquel momento era distinto, y haría todo lo posible porque fuera y siguiera siendo así. Agarré sus caderas y tal como ella moría por sentir, la embestí suavemente hasta tenerla en su límite. Estaba empapada, más sensible que nunca y aunque estaba caliente y toda revolcada con sus hormonas, seguía con ese complejo absurdo creyendo que era menos hermosa. Desabotonando su blusa intenté llevarme sus pechos a mi boca pero ella apenada me detuvo.

— No..., no están presentables.

— Eres hermosa, tus pechos lo son, tu vagina, tu cuerpo, toda tu me fascinan.

Después de Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora