Nathaniel Archer
Habían pasado horas y Catalaia aún seguía inconsciente. Los médicos solo sabían decir que era normal, que en cualquier momento reaccionaría pero yo no estaba tan seguro. Me dolía la cabeza, los ojos me pesaban y ya no tenía noción del tiempo. Creo que habían pasado dos días, quizá tres. No había salido de ese hospital y la verdad, no lo haría sin tener a Catalaia y a mi hija conmigo. A ninguna de las dos podía verlas y eso me tenía exasperado. Tenía mil cosas en la mente y una de ellas era hacer pagar al imbécil de Bruce Winchester el haberse atrevido a ponerle una mano encima a Catalaia. Mire el móvil un par de veces pensando en qué hacer con ese idiota. Abrumado por tanto problema en tan poco tiempo, hice una llamada. Ese mismo hombre que me había ayudado con el asunto de la hermana de Odette, por un par de miles de dólares, haría lo que fuera y esta vez, quería a Bruce en una bodega a las afueras de la ciudad para darle el merecido que tenían que haberle dado hace mucho tiempo.
— Hey, ¿Cómo estás? Ten, un café para que al menos tengas algo en el estómago.
— Gracias
Margaret se sentó a mi lado y suspirando preguntó.
— ¿Cómo está Cata y el bebé?
— Dicen que Catalaia ha entrado en una especie de inconsciencia temporal después de haber dado a luz. Tienes una sobrina — Sonreí con tristeza — Apenas pude verla, es tan pequeñita..., cabe en la palma de mi mano. No sabes lo que sentí al tenerla en mis brazos, fue algo que no puedo explicar con palabras. Estará en una incubadora por mucho tiempo, y ya estoy viendo la manera de llevarla a la casa. Este hospital no es seguro.
Margaret puso los ojos como platos indignada.
— No puedes sacar la bebé del hospital. Se puede morir.
— Tan pronto Odette se entere que Catalaia ya ha dado a luz, irá a por nuestra hija y no lo voy a permitir. Si tengo que llevar el hospital a la casa, lo haré. Contratare enfermeras, médicos, compraré todos instrumentos que hagan falta, incubadora, oxígeno no importa, quiero a Eleanor en casa donde pueda cuidarla a ella y a su madre.
— Tienes que ir a descansar. No has dormido en dos días. Te ves fatal.
Tomando un sorbo de café la miré y ceñudo repliqué algo indignado.
— No llego a verme como tú aún. Quiero que dejes a ese imbécil y es ya Margaret.
— Nathaniel, es mi vida. Estoy bien con él, de verdad. Estos golpes..., no van a volver a pasar.
Apreté los dientes lo más fuerte que pude. Terminé el café que me había dado y sin ninguna duda sobre lo que haría la miré y chasqueando la lengua respondí con algo de amenaza.
— Yo te ayudé a recuperar a Daliah pero igual que te ayudé, puedo quitártela. Basta con que demuestre a un tribunal que el padre es un abusivo y la madre una adicta a antidepresivos.
— No me harías esos
— No voy a permitir que mi sobrina viva lo que vivimos nosotros. No permitiré que vea cómo usan a su madre como saco de boxeo.
— No eres quien para meterte en mi vida cuando la tuya está hecha una mierda. Cuando tienes que matar, cuando tienes que vivir a escondidas para que no te jodan. No te creas mejor que yo porque no lo eres.
— Ya te he dicho, tú eliges. Lo dejas o pierdes a tu hija.
Enojada salió del hospital y aunque sabía que en aquel momento me estaba odiando, todo lo que hacía lo hacía por su bien. Me dolía ver el rostro de mi hermana golpeado y ella justificarlo ridículamente. Siempre lo ha negado, pero ella y yo sabemos que Daliah no nació en el mejor momento. Mucho menos nació del amor que se tenían, Daliah había nacido de una noche de borrachera de ese idiota. La había forzado y terminó abusando de ella sin ni siquiera acordarse. Y Margaret seguía solapándolo y aún no comprendía por qué. Volví a la habitación de Catalaia y ella recién comenzaba a despertar. Agarré una de sus manos y feliz de volver a ver sus ojos comenté.
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Después de Tí
RomanceTras pasar un año donde sus vidas aparentemente habían tomado rumbos distintos, Catalaia había logrado alcanzar un reconocimiento internacional como bailarina logrando luego convertirse en productora de grandes producciones. Ante todos aparentaba es...