Epilogo

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Nathaniel Archer

Estaba nuevamente en aquella horrible habitación. No quería llorar porque si lo hacía, sumaría más golpes. Papá no podía verme llorando, era muy malo hacerlo pero yo solo quería llorar y llorar. También quería haber podido cuidar a mamá y ahora que no está, me sentía muy solo. No entendía porque me obligaba a estar allí. Solo decía que tenía que enseñarme a ser un hombre, a coger a las mujeres y domarlas. No tenía idea de lo que hablaba. Solo quería ir a casa pero eso no iba a suceder. Aquella habitación me daba mucho miedo, pero más miedo me daban las mujeres que entraban después que papá se iba. Aquel día entraron tres mujeres y acercándose a mí hicieron que me quitara la ropa. Apreté los dientes muy fuerte y trataba de pensar en mamá, o que estaba en otro lugar para no sentir miedo y no avergonzar a papá. Sentía muchas manos tocar mi cuerpo de una forma que no me gustaba, pero no podía quejarme. Escuchaba la voz de papá en mi mente diciendo que eso es lo que hacían los hombres y yo tendría que hacerlo si quería ser uno. En aquel momento no sabía si quería ser un hombre, solo miraba hacia el suelo y cerraba los ojos pero eso no me ayudaba a dejar de sentir esas mujeres tocándome incluso en entre mis piernas. Una de ellas se burlaba porque no tenía erecciones y yo no sabía qué era esa palabra. Otra vez había avergonzado a mi padre, no me di cuenta que me había orinado y esas risas estruendosas e insoportables solo me hacían llorar más. No sabía que papá se enojaría tanto al enterarse. Pensé que no volvería a llevarme con esas mujeres pero me había llevado a casa no sin antes darme más golpes. Quería que se detuviera, comenzaba a preguntarme si la única forma de que no me siguieran golpeando era el irme con mamá al lugar donde ella estuviera. «Hoy vas aprender a ser un hombre» me dijo una y otra vez a gritos hasta llevarme a una habitación pero no estaría solo como en las demás. Con los ojos llorosos, un labio roto y un vestido medio rasgado, estaba Margaret en un rincón. Agarrandome del brazo y luego agarrándola a ella con fuerza nos aventó a una cama y mirándonos con un enojo incontrolable, hizo que yo lo mirara a los ojos «Hoy sabrás lo que es una erección, sabrás lo que es ser hombre y la buena para nada de tu hermana desde luego también lo sabrá.» desde aquel día sin saberlo, comenzó uno de mis tantos infiernos. De un momento había despertado abruptamente Catalaia seguía durmiendo y atormentado me levanté de la cama cuidando que ella no despertara y saliendo al balcón de la habitación me detuve a ver el resplandor de la luna sintiendo en aquel momento que me ahogaba sin poder hacer nada para evitarlo. No se por donde debía empezar o por dónde terminar con todo. Catalaia me hacía olvidar pero también me hacía recordar. Recordaba constantemente cómo el pasado me alejaría de ella, me hacía olvidar quien era para luego hacérmelo recordar con más intensidad.

— ¿Estas bien?

— Pensé que dormías

Sentándose a mi lado suspiró

— Lo hacía, pero te escuché hablar.

Muerto del miedo porque haya escuchado algo que no debía pregunté.

— ¿Qué dije?

— Nathaniel, necesito que me cuentes qué es eso que tanto te atormenta.

— Que dije

— Pedías una y otra vez que Margaret te perdonara. Lloraste aún estando dormido. Creo que merezco saber que te ocurre, soy tu esposa.

Levantándome de la banca intenté evadirla y entrar a la habitación pero ella me detuvo insistiendo.

— Nathaniel por favor...

— Si..., eres mi esposa pero aún siéndolo hay cosas que simplemente no tienen ni tendrán respuestas. Esta es una de ellas.

— Déjame ayudarte

— No necesito ayuda, estoy bien ahora regresa a dormir.

Algo dolida bajó la cabeza llena de sentimentalismo sus ojos se llenaron de lágrimas. Me dolía verla así pero no podía, simplemente no podía decirle quién era el hombre que amaba porque al decirle terminaría por perderla para siempre. La amaba pero comenzaba a creer que mi pasado siempre sería un constante obstáculo entre los dos.

Después de Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora