Capitulo 40: una tormenta hace entrada

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Nathaniel Archer

No sabía cuántas horas habían pasado, no sabía si era real o una puta pesadilla. Aún tenía su sangre en mi ropa, podía recordar su rostro al caer en mis brazos. Como su sonrisa se desvanecía, mientras sangraba sin parar. No podía pensar en nada, solo en ella. Tenía su abrigo en mis manos y abrazándolo fuertemente no podía evitar llorar lleno de desesperación. Todo estaba bien y de repente todo volvía a ser una mierda. Pero aquello no fue un accidente. Lo único que quería era tenerla de frente y no haberla reventado a tiempo. Si la hubiera matado cuando podía, nada de esto habría pasado. Si yo perdía a Catalaia, me perdía a mi mismo.

— Hey, tienes que ir a la casa, descansar, comer algo. Llevas aquí todo el día.

Levante la mirada y apretando los dientes respondí lleno de ira.

— ¿Descansar? ¿comer algo? ¡Catalaia se está muriendo! Le han disparado por la espalda, cayó en mis brazos mientras su sangre corría por mis manos. Está dentro de un quirófano hace más de diez horas. ¿Y tú me pides que vaya a descansar? ¡Déjame en paz!

Margaret se sentó a mi lado y solo me abrazo fuertemente mientras yo sentía que la vida se me iba de a poco. Tenía el anillo de compromiso de Catalaia en mis manos y de solo pensar que jamás se lo vería puesto, el dolor me abarcaba totalmente.

— Ella es fuerte, verás que saldrá de esta como ha salido de muchas cosas más.

— Está ahí dentro por mi culpa. El amor que siento por ella le hace daño, lastima.

— Eso no es cierto Nathaniel. ¿Ves? Estás cansado. Esto es culpa de esa mujer que solo tiene maldad en las venas. Y créeme, no eres el único que quiere verla pagar por lo que ha hecho. Pero para eso, tienes que ser y estar bien y fuerte, para Cata, también por ti.

Mi móvil sonó y una llamada sin identificador estaba entrando. Con las manos temblorosas acerqué el móvil al oído y de solo escuchar la voz de esa infeliz sentí que el diablo se apoderaba de mi.

— Te dije..., ¿Te lo dije no? Que no se quedaría así. Debes saber más que nadie que un trato es un trato. No lo cumpliste y de paso intentaste matarme, bien pues tú Cata ha sufrido las consecuencias.

— No tienes idea de lo que has hecho y te juro que te daré una.

— A ver esto se lo has hecho tú. Pero tranquilo que le di a mis hombres instrucciones claras, Catalaia no va a morir. Le dispararon en áreas precisas para que sobreviva solo con un pequeño detalle, lo hará paralítica. No volverá a saber lo que es caminar, ni bailar. Eso es mucho mejor que haberla matado. Cada vez que la veas sentada en una silla de ruedas, recordarás que los tratos se cumplen tarde o temprano.

Colgó la llamada y sintiéndome impotente lancé el móvil contra el suelo sintiendo que todo aquello lo había provocado mi amor por ella. No habría forma de ser feliz, ni de que ella estuviera a salvo. Solo quería una cosa, y era reventarla. Matar a esa hija de puta de una vez. Margaret asustada al ver mi reacción preguntó.

— ¿Qué ha pasado?

— Pasa que tenía que matar a esa hija de puta hace mucho y por imbecil no lo hice. ¿Sabes qué pasa? Que ser bueno y tener moral es una mierda.

— Nathaniel cálmate.

— De nada me ha servido ir por la vía legal. Con escorias como Odette, hay que ser igual de hijo de puta incluso peor. Pero se acabó, tenía miedo sabes..., miedo de matarla y que se convirtiera en hábito en nuestra familia.

— Por favor basta

Llevándome las manos a la cabeza respondí desesperado.

— El hecho de que no quieras hablarlo, de que no quieras recordarlo no significa que no sucedió. Pasó, y si lo hice con él, mucho me he tardado para acabar con Odette.

Después de Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora