Catalaia Winchester.
Había pasado toda la noche despierta esperándolo pero nunca llegó. Caminaba de lado a lado en la sala de estar preocupada. El no estaba y a Margaret no la veía hacía días. Sentía que nuestra relación iba en caída libre hacia el suelo. Era casi medio día y Nathaniel había llegado con un semblante terrible. Me acerqué a él intentando abrazarle y teniendo toda la disposición de hablar y poder arreglar nuestras diferencias.
— ¿Dónde estabas?
— Ocupado Catalaia.
— Tenemos que hablar
Nathaniel asintió con la cabeza
— Estoy de acuerdo. Tenemos que hablar Catalaia.
Su respuesta era fría pero su semblante y aspecto lo eran más. Tenía miedo que el hablar fuera una pésima decisión. Pero teníamos que hacerlo, no podía seguir viviendo con él y sentir que estábamos cada día un poco más distanciados.
— ¿Has llorado? Tienes los ojos rojos
— No tengo tiempo de llorar, estoy bien.
— Vale, pues lo que quería decirte es que..., lo que vi en aquella habitación me chocó un poco pero podríamos hablarlo. Te amo y tenemos una hija, la familia que ambos hemos querido. No quiero que todo termine así sin más.
Camino hacia donde estaba yo y sin expresión alguna en el rostro respondió sin mirarme a los ojos.
— Tenías razón..., todas esas veces que sentías que no me satisfacías, tenías razón. Te decía lo contrario por pena. Pero la verdad es que nunca he sentido placer contigo. No me llenas en ningún sentido Catalaia, por eso es que hace tiempo que no te toco. Porque eres demasiado delicada para el sexo que yo tengo. Ya no te deseo, ya no me inspiras lujuria. Eres solo la madre de mi hija, pero nada más.
Sus palabras habían sido tan rápidas e hirientes que apenas pude procesarlas. Habían sido como veinte puñales a la vez atravesando mi pecho. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón se negaba a creer lo que estaba diciendo. Negué con la cabeza en negación total.
— No te creo, no puedo hacerlo. Mírame a la cara y dímelo. ¡No seas cobarde! Dime en la cara que me hacías el amor por pena, dime en mi cara que todo este tiempo me has engañado y utilizado. ¡Pero dímelo mirándome a los ojos! Dime sin ti titubear mirándome a los ojos que no me amas.
Con los ojos sollozos se negó a hacerlo y con la voz entrecortada respondió.
— Solo vete Catalaia, vete y nunca regreses. No te quiero cerca de mi..., vete y sigue tu vida lejos de la mía.
Había algo en el que no estaba bien. Lo conocía demasiado como para saber que sus palabras iban acompañadas de algo más. Lo que decía no iba a la par con sus ojos tristes y su rostro dolorido. Levanté su mirada con mis dedos y entre sollozos hice que me mirara a los ojos.
— Dime que no me amas, dímelo y me iré ahora mismo. Pero dímelo de tal forma que me convenzas porque no te creo nada.
Verlo llorar me desarmaba totalmente. Pocas veces lo hacía y aquella vez lloraba con un desconsuelo que me encogía el corazón por completo. El me miró y apretando los dientes se quedó mirando mis ojos mientras los suyos se perdían en los míos.
— Te amo Catalaia, pero necesito que te vayas. Por favor, no me hagas esto más difícil. Solo vete y ya.
— No lo haré, no sé qué cojones pasa pero no me iré de aquí hasta que me lo digas.
— ¡Que te vayas!
— ¡No me voy! ¿Joder porque no puedes confiar en mi? Déjame ayudarte, no cargues tu solo con los problemas. ¿Tiene que ver con Odette cierto?
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Después de Tí
Любовные романыTras pasar un año donde sus vidas aparentemente habían tomado rumbos distintos, Catalaia había logrado alcanzar un reconocimiento internacional como bailarina logrando luego convertirse en productora de grandes producciones. Ante todos aparentaba es...