Nathaniel Archer
Había despertado mucho antes que ella. Sentía que había jodido nuestra noche de bodas. Ella es tan dulce y tierna que quiso pasarlo por alto pero yo en cambio no lo hacía. Ella seguía durmiendo y verla dormir era una de las cosas que más paz me daba. Jamás pensé que en algún momento de mi vida tendría esto, un amanecer cálido, una hermosa mujer durmiendo en la cama después de haberle hecho el amor y yo..., yo preparándole el desayuno con todo y rosa en la charola. Fui hasta la habitación con el desayuno y sentándome a su lado no pude evitar sonreír. Cada rasgo, cada curva de su cuerpo eran perfectos. Acariciando sus mejillas pretendía despertarla
— Buenos días señora Archer, está hecha usted una dormilona.
Dando un bostezo negó con la cabeza sonriendo soñolienta.
— No seas exagerado, deben ser como las siete de la mañana.
— No, son las once. ¿Acaso te exigí demasiado anoche?
Al escuchar mi respuesta cayó sentada y mirándome con cierta picardía respondió.
— Creo que fue más bien al revés. — Mirando la charola, agarró la rosa y llevándola a su nariz comentó — Me encanta tu lado cursi y romántico.
— No sabía que tenía uno hasta que te conocí.
Abriendo la gaveta de la mesa de noche, saco una cajita y dándomela emocionada pidió que la abriera.
— Espero que te guste. Es mi regalo de bodas.
Curioso abrí la cajita y dentro había una llave de un auto. Pero el problema no era el que me haya regalado un coche, sino el coche que me había regalado. La exagerada de mi esposa, me había regalado un Aston Martin Valkyrie. La miré ceñudo y no sabía si reclamarle o llenarla de besos.
— Y bien..., ¿Te ha gustado?
— Te has exagerado
— ¿Por qué?
— Este coche vale tres millones de libras esterlinas. Te has enloquecido.
— Pues no..., solo quería darte la sorpresa. Se lo mucho que te distan los coches y comentaste que ese era tu sueño y yo pues quise regalárselo a mi esposo. ¿Algún problema?
Poniendo los ojos en blanco respondí algo mosqueado.
— ¿Sabes cuánto dinero tengo?
Tomando el tema a la ligera y en broma encogió los hombros jugando con la rosa.
— No se, ¿muchos ceritos?
— Mil millones millones de libras esterlinas.
— Oh pues entonces..., ¿Más ceritos?
— ¡Catalaia! Estoy hablando en serio. Has gastado tres millones en ese coche que yo podía comprarme sin tú tener que gastar tu dinero.
Encogiendo los hombros se tumbó en la cama mientras miraba la rosa entretenida.
— Si lo hubieras comprado tú, no era un regalo. Deja se hacer corajes, enojarse acelera el envejecimiento. Quería hacerte un regalo y lo he hecho. Punto y final.
Negando con la cabeza insistí.
— Catalaia, no quiero que gastes tu dinero así y...
— ¿Me vas a despreciar el regalo? El dinero es lo que menos me importa. Además, ese dinero que tengo ha sido el causante de la mayoría de mis desgracias. Gracias a ese dinero y al apellido que llevo mi vida había sido infeliz. Al menos que ese dinero sirva para hacer algo bueno. Ya deja de hacer tanto drama.
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Después de Tí
RomansaTras pasar un año donde sus vidas aparentemente habían tomado rumbos distintos, Catalaia había logrado alcanzar un reconocimiento internacional como bailarina logrando luego convertirse en productora de grandes producciones. Ante todos aparentaba es...