El príncipe durmiente de las serpientes

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DISCLAIMER: Todo es de J.K. Rowling (salvo la trama del fic, que me pertenece). Si la historia de Harry Potter fuese mía, ahora mismo estaría bebiendo en las Vegas, disfrutando de la fiesta continua.

ADVERTENCIAS: Mucho sexo y cochinadas. Quedáis avisadas.

Esta historia está orientada en: Quinto curso.

Géneros: Romance, Humor, Friendship, Angst, Drama y Hurt/Comfort.

Espero que os guste.

***

-El príncipe durmiente de las serpientes- 

Las últimas semanas en Hogwarts no habían sido nada fáciles. Umbridge no dejaba de ordenar a Filch que colgase estúpidas y absurdas normas en la pared del vestíbulo y por si fuera poco, Draco Malfoy y sus secuaces estaban más insoportables que nunca.

— ¡No puedo más, Ginny!— exclamó Hermione indignada, desplomándose en el sofá de la sala común— ¡No aguanto más esta situación! ¡No soporto a Malfoy!

La pelirroja suspiró, hastiada.

— ¿Qué ha hecho esta vez?— preguntó— A mí me ha ridiculizado esta mañana en uno de los pasillos delante de todo el mundo. Últimamente está inaguantable.

Repentinamente, la conversación fue interrumpida cuando Lavender Brown entró en la sala común, llorando a moco tendido. Parvati, que justamente bajaba las escaleras del dormitorio de las chicas, no pudo evitar preocuparse.

— ¿Qué ocurre, Lavender?

— ¡Malfoy!— gritó llorando desconsoladamente mientras sacaba un pañuelo de su túnica para limpiarse las lágrimas.

Hermione dio un respingo.

— ¿Qué ha pasado?— inquirió con curiosidad. Lo que faltaba. Parecía que no había sido la única que había tenido problemas con ese maldito engreído.

— Pues... iba andando por el pasillo tranquilamente, de camino a la sala común...— explicó hipando un poco— Me he topado con Cormac McLaggen... Malfoy me ha lanzado el hechizo Confundus y le he tocado el trasero sin querer.

— ¡¿Qué?! ¿Cómo se atreve?— exclamaron las chicas, irritadas.

Cormy no sabe que ha sido por culpa de Malfoy, cree que lo he hecho a propósito y me ha llamado desesperada delante de todos— inmediatamente rompió a llorar y ya no pudo decir nada más.

Hermione puso los ojos en blanco. No soportaba a Lavender. No era de extrañar que Cormac McLaggen hubiera pensado que lo había hecho intencionadamente con lo pesada que era.

— El otro día también se metió conmigo en clase de pociones—. añadió Parvati.

Ginny, rabiosa, miró a Hermione. Evidentemente, no podían seguir por ese camino. Ignorándole no iban a conseguir absolutamente nada.

— Esto no puede seguir así, tenemos que pararle los pies, a él y a sus estúpidos amiguitos—. sugirió la pelirroja.

Parvati inspiró profundamente.

— Tienes razón. Porque Zabini, Crabbe y Goyle tampoco se quedan atrás.

— ¡¿Qué va a pensar la gente de mí a partir de ahora?!— gritó Lavender llevándose las manos al rostro— ¡Todo el mundo creerá que me dedico a tocar traseros por ahí!

Parvati intentó alentarla, palmeándole la espalda.

— Bueno no te preocupes, Lavender. Vamos al Gran Comedor... Comeremos chocolate. Eso te animará.

El príncipe durmiente de las serpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora