Capitulo 50

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   La caída del reinado de la humanidad, Parte 1.

La Teocracia Slane. La nación humana más fuerte. La creación de este país marcó un antes y un después para toda la humanidad. Esta nación era el pináculo de la esperanzada; de la perfección. Esta nación fue la primera marca del poder de la humanidad sobre el mundo. Y todo esto fue gracias a los seis grandes dioses. Criaturas divinas que tomaron forma de la especie elegida y guiaron a la humanidad a unos hermosos días de gloria. Días que los humanos, la especie más débil, reinaría sobre todas las especies. Y sin embargo...

    —No durarán mucho —dijo Shutajana con una voz cansada a la tataranieta del que fue alguna vez su compañero. —Ya ha pasado antes en el mundo en el que vengo, pasará otra vez.

   La chica miró a su dios incrédula. El dios de la muerte le estaba diciendo cosas que no podía entender. Mientras el jugador se dirigía a la salida, le susurró;

    —Es la naturaleza humana.

    Ese fue el día que el dios de la muerte fue asesinado.

   La Teocracia también era conocida como la nación de los secretos.
   Los seis Grandes Dioses, las seis escrituras. Todas con las enseñanzas de cada dios.

   La supresión y aniquilación de razas, ejércitos y residencias semihumanas y heteromórficas, era es trabajo de las Escrituras de la luz del sol.

    La lucha y el manejo de seres inhumanos inmensamente poderosos como Dragon Lords y similares, junto con la realización de misiones con altos riesgos de muerte, era la especialidad de las Escrituras Negras.

    La seguridad nacional y la defensa contra asesinos, terroristas y posibles infiltrados; la especialidad de las Escrituras del Holocausto.

    La recopilación y red de información extranjera era la especialidad de las Escrituras Windflower.

   La infiltración de enemigos y el espionaje era la especialidad de las Escrituras de Clearwater.

   Aunque eran muy diferentes en naturaleza todas trabajaban para un mismo fin.

   Los cardinales daban las enseñanzas al resto de la humanidad, y el pontífice Máximo sobre todo, guiándolos como un profeta.

   No había manera de que la nación más poderosa pudiera caer.

—¡Todos corran! —gritó el guardia de la entrada.

Humanos de todas las edades y tamaños corrían por sus vidas. Las enormes y grotescas criaturas demoníacas los perdían y los atrapaban sin ninguna dificultad. Las calles se llenaban con sangre y gritos conforme pasaban los segundos.

—¡Ayuda! —gritó un niño en llantos.
—¡Mamá! ¡Mamá! —le gritaba al cuarto de la mujer que estaba bajo una pila de escombros, inmóvil.

El ejército demoníaco se hizo paso por la cuidad, acabando a todo el cual encontrarán.

Los elfos, sin embargo, al ser encontrados eran juntados y eran llevados por carretas. Después de todo, ahora el pueblo Elfico era parte del imperio ahora.

Los demonios atacaban rápidamente a todo humano que se moviera, sin piedad alguna. Los demonios más pequeños, juntaban los cadavéres que iban encontrando y los juntaban en el centro de la cuidad. Y en medio de una escolta de demonios, se encontraba caminando como si nada pasara el demonio de la catástrofe. Este tarareaba una canción mientras se habría pasó por la infernal escena. Después de unos minutos andando, finalmente llegó al centro de la Ciudadela donde lo esperaba una enorme pila de cuerpos.

Memorias del rey hechiceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora