Capitulo 37

958 72 23
                                    

Nuevo continente, de Elba, bajo relicta hiems.

  El doppelgänger apretaba fuertemente en un abrazo a su creador. Su cabeza estaba apoyada sobre sus costillas, negándose a soltarlo. El esqueleto, trataba de calmarlo en vano. Las manos del hechicero, acariciaban la espalda y una cabeza redonda. Aún así, el Actor de Pandora se negaba a soltar.

   Ya habían estado así durante unas horas. Y aunque este entendía que no se podían quedar ahí para siempre, el de uniforme militar parecía no importarle nada más en ese momento. No lo soltaría otra vez. No lo dejaría ir de nuevo. Su respiración era pesada, y de vez en cuando daba un sollozo de alivio. Como si necesitara estar con Momonga para respirar.

   —Actor de Pandora...—llamó el de hueso. —Vamos, tenemos que ver cómo salir.

   Este aún con la cabeza apoyada en las costillas movió la cabeza de lado a lado. Al ver que no podría convencerlo hasta que estuviera satisfecho, decidió rendirse. Dio un suspiro y abrazo a su creación. Igualmente, Momonga necesitaba de esto tanto como el actor de Pandora, pero al contrario de su creación que exageraba cada emoción, este podia suprimir sus sentimientos. Aún así, este momento le traía más tranquilidad de lo que pensaba. Ah, cuánto había extrañado esto. Aunque para nadie en Nazarick era normal abrazar a su dios, Pandora era esa excepción. Para bien y para mal.

   —¿Por qué lo hizo...?—preguntó el guardián de área con un tono sombrío.   —Cualquier persona en Nazarick hubiera dado su vida para que esto no sucediera. Yo hubiera dado mi vida.

   —Yo...—trató de pensar que que responderle.

  La acción que decidió tomar contra End fue terrible. Todo este problema tal vez no hubiera pasado si todos los guardianes hubieran atacado al unísono mientras el estaba a salvo en Nazarick. Era un simple juego de ajedrez. El rey debía sacrificar otras piezas para protegerse. Si el rey caía, perdían. Era lógica. Hasta piezas con más poder como la reina o el caballo no eran nada comparado con la importancia del Rey, quien solo podía moverse una casilla a la vez. Proteger al rey, incluso si tenían que sacrificarse era algo lógico. Esto era una ley para los NPC. Nada era tan importante como la seguridad de Ainz-sama, el supremo y el corazón de Nazarick. Solo había un pequeño detalle.

   El no era ese tipo de rey.

   —No voy a sacrificar a ninguno de ustedes, nunca—. Aseguró el esqueleto. —Ustedes son mis tesoros.

   —¿Por qué? Padre, tú sabes que sin ti mi vida no tiene sentido.

   —Pandora, tú vida es muy importante para mi. La de todos en Nazarick.

   —Padre, tú vida es más valiosa que todo en la tumba.

   —Hice lo que era mejor, Pandora. No podría vivir sabiendo que uno de mis niños fue completamente eliminado mientras pude haber hecho algo.

   —Yo no podría vivir sin mi creador.

   —Eres terco.

   —Usted también lo es, padre.

   Al final ninguno de ellos logró convencer al otro.

   —Como sea, tenemos que ver cómo salir de aquí. Además, tienes que decirme todo lo que está sucediendo en Nazarick.

   —Lo haré, pero sólo si me promete algo.

   Esto sorprendió mucho a Momonga. Los NPC nunca le habían pedido condiciones. Muchas veces solo lo aceptaban inmediatamente.

   —Lo que quieras como recompensa te lo daré luego. Ahora necesitamos-

   —No—, interrumpió. —Quiero que me prometa que nunca, NUNCA, volverá a hacer eso. JAMÁS.

Memorias del rey hechiceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora