CAPÍTULO 10

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Amelia

Solo la abrece, su cuerpo fue relajandose y soltando la tensión que había tenido todo el día, no fue fácil lo que pasó y hubiera dado todo para que fuera diferente, Lourdes me llamó y me contó lo que había pasado y mi rabia fue en aumento con cada detalle que me daba, no quería mi amor que te enterarás así, pero ya está, ya había pasado y seguro que ahora todo iba a estar bien, yo solo voy a estar de la forma que tu quiera que esté.

La arrulle en mis brazos hasta que sentí que su cuerpo estaba liviano, pasé las manos por su cabeza alizando su cabello, tenía los ojos cerrados y le di un beso en la frente, un beso que alargue para decirle que yo solo la quería proteger, cuando separe mi boca de su cabeza abrió los ojos, sus ojitos marrones adoloridos de llorar, estaban brillantes, brillaban por mí, brillaban de amor y no podía dejar de mirarla, es que no quería dejar de mirarla porque ella estaba viendo por primera vez el mismo brillo en mí, me estaba viendo con ojos de amor, lo supe porque ella tampoco dejaba de hacerlo, se estaba viendo en mi espejo y yo quería que viera ese reflejo, que viera lo que yo veo en ella para que entienda porque la espero, en ese momento quería hablar con su silencio, deshacer los nudos que tenía en su cabeza y demostrarle que había un futuro solo si ella lo quería. Quería que con su mirada entrará hasta mi alma y viera todo lo que le tenía por dar, todo el sentimiento, todo mi amor.

Tomé su cara para limpiar los rastros que dejaron sus lágrimas, y sólo la acariciaba, con cada caricia ella sonreía, una sonrisa sutil, delicada pero preciosa.

Sin decir nada la fui desvistiendo, ella necesitaba una ducha para limpiar su cuerpo de lo que sea que haya pasado dándose cuenta de lo que sentía, la tomé de la mano y la llevé a su baño, abrí la ducha y cuando sentí que la temperatura del agua era la adecuada salí para que entrará a bañarse, busqué su pijama favorita, era un bluson mío de hace tiempo, siempre me decía que con él sentía que dormía junto a mí, organicé su cama que estaba regada, seguro salió corriendo en la mañana y no le dio tiempo de arreglar, salí y busqué un té de manzanilla calentito, nadie me dijo nada, nadie preguntó nada, sabían que lograría tranquilizarla.

Cuando volví a la habitación ya estaba ahí en vuelta en una toalla, le alcancé el bluson y las braguitas, se los colocó lentamente y se sentó en la cama, no habíamos dicho nada hasta ahora no era necesario.

Tomó el té y se acostó en la cama, tomé las cobijas y la cubrí, le di un beso en la frente y me disponía a salir.

- Por favor quedate - Me dijo en un hilo de voz - Por lo menos hasta que me duerma.

Me acosté a su lado y me abrazó, no había nada que decir solo disfrutar ese monento, ella recostaba su cabeza en mi pecho y seguro estaba escuchando la danza que tenía mi corazón, yo acariciaba su cabeza, le daba besos cortos en la frente, acariciaba sus brazos, ella movía su pulgar en mi cintura y fue bajando sus manos hasta que encontró la mía, las entre lazo y las miraba, miraba nuestras manos unidas como saboreando el momento y de pronto la escuché decir.

- Que tonta he sido - Solo la abracé no podía más.

Cerró sus ojos y el cansancio la venció, se quedó dormida en mis brazos y yo la miraba, como muchas noches la vi dormir, pero esta vez era diferente, la sonrisa en su cara era por mi y eso me tenía feliz.

Poco a poco me fui soltando de su abrazo y salí del cuarto, encontré al abuelo Pelayo en la sala todavía y cuando me vio se acercó a mí y me abrazó.

- Ahora todo estará bien hija mía, todo está en su cause - Me dio un beso en la frente y entró a su habitación.

Este había sido un día de contrastes, parecía una ruleta rusa, en la tarde me había llamado Lourdes para decirme lo que había pasado, que tensión tuve al escuchar su relato, me la imaginé vulnerable y cuando estaba así solo un abrazo mío la Calamaba y no sabía dónde estaba o sí sabía, sabía que cuando estaba así se refugiaba en el parque del El Retiro, estoy segura si iba la encontraba pero necesitaba que procesará la información que ahora tenía, la conocía bien y sabía que necesitaba ese momento para ella, solo era cuestión de esperar y así se lo dije a María para que se calmara y calmara a sus padres.

Cuando llegó toda desecha quise abrazarla pero no era prudente hacerlo, esquivaba mi mirada ya tendremos tiempo para hablar, por hoy era suficiente.

Me fui a mi piso y por fin pude dormir en paz

¿AMIGAS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora