Park había perdido la esperanza en sus relaciones anteriores, hasta que sin saber cómo había caído flechado por una chica.
El único problema era que ella apenas era una niña de diecisiete y él un tipo de veinticinco.
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Un par de semanas habían pasado, realmente todo estaba yendo bastante bien.
Los días fríos la mayoría se la pasaba en el salón con el gran calefactor, estaba feliz con ello, había muchas cosas mejores que en la anterior.
Cada fin de clases pasaba por un helado, no siempre estaba acompañada de Minie.
—¡Un helado de frambuesa! —dio el dinero exacto y agradeció cuando le entregaron el vaso.
Se acercó a una pequeña banca del mismo negocio, esto de salir media hora más temprano le gustaba, tenia mas tiempo para estar afuera y disfrutar.
Tomó su teléfono para llamar a su hermano, está última semana había estado llegando más tarde de lo usual.
—¡Hermano!
—Hola, Suni. ¿Qué ocurre?
—¿Volverás a llegar tarde hoy? —preguntó antes de darle la primera probada al helado.
—Lo siento, la universidad se supo pesada de un día para otro... —se excusó con un tono arrepentido.
—Bien, no te esperaré para comer, si vuelves a llegar noche como ayer por favor manda un mensaje. Así no te espero despierta. —aclaró y suspiró. —Nos vemos, estudia mucho.
—Enserio lo siento. —la menor automáticamente alejó el teléfono de su oído, evitando escuchar sus palabras.
—Me tengo que ir, adiós, hermano. —apenas colgó guardó el celular con una mueca.
Jeon no era de esas personas que aman estar solas, solía buscar a alguien para tener compañía.
Suspiró pesadamente mientras comía el helado tan lentamente que sentía como se escurría poco a poco en aquel vaso.
Estaba igual que el helado, derretida y sin ganas de pensar mucho.
—¡Novia de JiMin! —alguien gritó a lo lejos, alzó una ceja al ver a la chica que solía molestar a Minie, acompañada de otra.
—Oh... vamos. —cerró los ojos ignorando por completo su alrededor unos segundos, cuando dijo que prefería compañía, se refería a tener personas agradables.
—Hola, ¿Sun Hee, cierto? —Jeon retuvo en sus pulmones el aire de forma pesada.
—Ya nos habíamos visto, deberías saber mi nombre. —se quejó antes de reír amargamente. —Aunque sinceramente no me acuerdo del tuyo.
Su sonrisa paso a ser una mueca bien hecha antes de rodar los ojos.
—Soy Rosé, niña.
—Ya veo, soy Suni. —miró a su costado una pelinegra con una sonrisa amable. —¿Y Ella?
