Capítulo 2

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Jamás en mis escasos tres años haciendo este tipo de tontearías me perdí por más de doce horas, mas bien casi un día entero. El máximo tiempo que he estado ausente en casa fue cuando uno de los integrantes de la extinta pandilla cumplió años y nos embriagamos a más no poder. En esa ocasión estuve fuera durante toda la noche y regresé por la mañana con una fuerte resaca. Esto no es nada comparado a lo ocurrido aquella ocasión.

Hace veinte minutos comencé mi camino de regreso a casa. Mis piernas me dolían demasiado y mis pies aclamaban tomar un descanso; pero tenía que llegar antes de que anocheciera. Aunque, siendo sincero, no tenía ánimos de llegar. Sabía a la perfección lo que se avecinaba: un caos total.

Me quité el suéter que llevaba puesto ya que el sol empezaba atacarme, quedándome solo en camisa de manga corta color gris y lo amarré a la altura de mi cintura. A pesar de ser noviembre, no hace mucho frio que digamos. Con la mano derecha trataba de bloquear los rayos del sol que me impedían ver bien por donde caminaba, tenía entrecerrados los ojos ya que la luz era insoportable a pesar de que estaba atardeciendo. A toda esta desgracia agreguen un dolor insoportable de cabeza que me ha estado atormentando desde que desperté y no ha disminuido ni un poco. He llegado a tener resaca y la soporto, pero este maldito malestar es intolerable. Estoy pensando que en cualquier momento puede explotar.

Después de varios minutos por fin llegué, estaba de pie justo afuera de mi casa. Aún me sentía mareado, mejor dicho alucinado. La puerta por lo regular es color blanca, en este preciso momento la veo de color verde, después azul, morado y luego roja. Sacudo un poco mi cabeza para tratar de eliminar esas visiones. Pasé mi mano por el cabello, solté una gran cantidad de aire y decidí entrar.

Al momento de cruzar por el umbral no vi a nadie, había un silencio absoluto, lo cual me parecía un poco raro. La cerré con cuidado de no hacer ruido y me acerqué a la estancia. Observé hacia ambos lados: la cocina estaba vacía, la sala se veía intacta. Cambié mi rumbo y me acerqué a la puerta que da al jardín trasero. También estaba vacío, solo vi que se encontraba el gato de la vecina sobre mi tumbona favorita.

No lo sé, pero creo que todo esto me debería de dar un poco de miedo.

Dejé de tomarle importancia y caminé a mi habitación. Nuestra casa es de una planta, no es muy grande, pero sus espacios son lo suficientemente amplios para caminar sin ningún problema. Sin duda alguna, mi espacio favorito es mi habitación. Mientras llegaba me hacía ideas de dejarme caer sobre la cama y seguir durmiendo. Abrí la puerta y...

—¡Por fin llegaste!

Di un brinco del susto y solté un pequeño grito, al mismo tiempo llevé mi mano al pecho. Estaban mi madre y mi hermana sentadas al borde de mi cama, ambas de brazos cruzados. Quien me recibió con esa frase fue Hazel, mi hermana mayor, a simple vista se veía furiosa.

Seré tu perdición [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora