Capítulo 34

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Abrazaba a su mujer en la cama. Sam había desaparecido en el salón para dejar que él la vistiese con algo más cómodo. Él también se cambió con el único fin de tumbarse junto a ella. No perdía de vista que su respiración y sus latidos fuesen regulares. Tampoco la temperatura, que parecía haber frenado su subida antes de que el rubio perdiese los papeles.

No podía negar lo agradecido que estaba por la mujer, aunque también estaba molesto al mismo tiempo. Ella había antepuesto su tranquilidad y la despedida de Peggy a su propia salud y vida. Se había ido dejándolo allí y tratando de sobrevivir con la ayuda de Sam sin siquiera decírselo. El dolor en sus ojos, no se le olvidaría jamás. Ni siquiera cuando se levantó la primera vez había tenido esa mirada. Una parecida al pánico que reflejó su mirada tras la posesión de Ultrón.

La estrechó más contra sí para recordarse que estaban bien y que ahora que ninguno estaría en los Vengadores buscarían una vida juntos. Le daba igual dónde acabar con tal de que fuese a su lado.

—Steve. — Sam llamó a la puerta con calma, el rubio alzó la mirada y se centró solo en su amigo. El Halcón parecía estar tan cansado como el propio Capitán América, que solo podía sostener a su mujer rezando para que fuese quien fuese, dejase a Rebecca en paz.

—¿Qué pasa? — susurró para no molestar el sueño de su amada.

—Deberías ver esta noticia. — Al ver que el rubio no se movería de la cama, fue a por el mando de la televisión para poner las noticias. Se atragantó al ver la noticia. Era imposible que Bucky hubiese atacado la reunión de la ONU. No lo podía creer, no quería creerlos. Sin darse cuento, se había levantado en la cama como un resorte, llevándose a Rebecca por el camino. La morena se levantó por culpa del brusco movimiento.

—¿Qué pasa? — Su voz estaba ronca por culpa del sueño y el esfuerzo, su cabeza seguía doliendo, aunque de forma mucho más tenue gracias a las pastillas de Stark, y su mente intentaba trazar lo que había pasado en las últimas horas. No era capaz de determinar qué formaba parte del sueño y qué formaba parte de la realidad.

—Nada, cariño. Tienes que descansar. — La voz de Steve contra su pelo amortiguaba todo, los latidos se corazón tenían ese efecto tranquilizador que le faltaba. Sin embargo, eso último era lo que delataba el nerviosismo de su marido.

—No me mientas...Tú corazón está acelerado y estás más tenso que nunca— dijo con dificultades contra él. No estaba segura de poder aguantar sin apoyarse en su pecho, no se creía capaz de ello. Steve odió que lo conociese tanto no era justo que pudiese leer cada una de sus expresiones sin siquiera despeinarse.

—Bucky, dicen que puso una bomba en el complejo de las Naciones Unidas. — Aquello pareció despertar a la mujer. Se irguió con las pocas fuerzas que tenía para mirar a los ojos al hombre buscando el rastro de burla que sabría no habría, él no sería capaz de bromear con eso.

—¿Nat está bien? —preguntó entonces ella. Si la memoria no le fallaba la Viuda Negra debía estar allí.

—No lo sé, deberíamos ir a Berlín. No puede haberlo hecho. Estoy seguro de que no es él. — La mirada de pena de la morena dejaba claro que no podían estar seguros de aquello. Bucky Barnes había sido el Soldado de Invierno durante demasiados años como para ignorarlos. Alguien podía haberse hecho con el control de su mente de nuevo y entonces podría haber hecho eso y mucho más.

—Yo no puedo ir, Steve. — La pena en su mirada era clara, la decisión nula. No quería abandonar a su marido así, pero conocía sus propios límites y estaba llegando a ellos. El rubio la miró y asintió.

—¿Quieres ir con La Anciana? A lo mejor podría ayudarte. — Recordó su última conversación con la mujer. No estaba segura de ser bien recibida, pero buscar el Santuario de Londres y convivir con la magia se le antojaba mucho mejor que perseguir a un fantasma. Más en su estado.

Resiliencia | Steve Rogers (LRDLE 2#)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora