Capítulo 7

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Rebecca no había llegado muy lejos antes de caer en el suelo. Sus pulmones dolían, su garganta se cerraba. Solo sentía tensión y la energía descontrolada. Al fin y al cabo, todo lo que siempre había sido. Su cabeza palpitaba al ritmo de su acelerado corazón. Y, aun así, se veía incapaz de pedir ayuda a aquellos que creía no la querían.

—Rebecca — la voz de María sonó durante un rato alrededor del pasillo. No le costó encontrar a la morena. Aunque no la viese de manera nítida debido a la oscuridad era imposible no ver a la casi desfallecida.

Cuando vio a María se alejó. Incluso cuando aquello le dolía aún más. Por mucho que se sintiese traicionada y sola no se podía permitir dañar a la mujer. Y cualquiera que la viera en aquel estado sabría que estaba teniendo un ataque que le impedía controlar su energía. María entendió la reacción de Rebecca. Fue a acercarse cuando Steve apareció a su lado. Al contrario que la amiga, él no tenía miedo de acercarse. Además, conocía lo suficiente a la mujer para saber que ahora todo ella estaba patas arriba. Había pocas opiniones que le importasen y estaba seguro de que la de Tony le había importado.

—Déjame a mí, la llevaré a casa — susurró él. Por mucho que María quisiese quedarse sabía que no ayudaría en aquella situación. Suspiró asintiendo a pesar de que él no la viese. No hizo falta una amenaza, ni siquiera una mirada para dejar claro que no le perdonaría a nadie que algo le pasase a su mejor amiga.

Se acercó a ella. A Rebecca le hubiese gustado alejarse, pero sus músculos ya no respondían a sus pedidos. Su cabeza era un caos. La ansiedad y la inseguridad habían arrasado como un tsunami. Él lo supo en cuanto la miró a los ojos. A pesar de la oscuridad sus ojos brillaban. Había visto demasiadas reacciones así en el campo de batalla. La misma mirada perdida que gritaba por ayuda a pesar de que el interlocutor no pudiese hablar por la falta de aire.

Por ello supo que hacer. Sabiendo que ella no querría que ninguno de sus compañeros la viera en aquel estado, la cogió con todo el cuidado del mundo antes de huir de aquel edificio.

—Rebecca — susurró con calma a la vez que iba hacia el coche. A pesar de la rapidez con la que realizaba la acción su atención estaba centrada en su novia. Nunca la había visto tan mal — necesito que hables. O que hagas algún tipo de señal, ¿vale? — su respuesta fue dar un apretón en su hombro. Lo máximo que le permitía su bloqueo general. Había algo peor que quedarse sin respiración y bloquearse completamente. Eso era sentir que todo ello iba a pasar sin que llegase a darse

— Vale, escucha mi voz. Céntrate en ella — el cariño impregnado en la voz del hombre era más que el que hubiese utilizado en cualquier otro momento de su vida. Rebecca apretó su hombro como forma de asentimiento — quiero que la escuches. Céntrate en escucharme, canaliza tu energía en mí — el miedo se apoderó de ella al escuchar aquello. Al ser parte del maldito problema (por la inseguridad de la propia mujer), tenía miedo de que su energía le hiciese daño de repente. Lo bueno fue que al centrarse en aquello el agarrotamiento (bloqueo) de sus músculos se fue acabando poco a poco.

— Lo estás haciendo muy bien, cariño. Estás siendo increíble — Al llegar al coche abrió sin dificultad para sentarla en el asiento de copiloto. Después se agachó para quedar a la altura de sus ojos — voy a estar aquí hasta que puedas respirar ¿vale? — una vez su mente fue tranquilizándose (a pesar de no hacer desaparecer los pensamientos negativos) se obligó a si misma a cumplir aquella misión. Porque no creía poder aguantar más aquella sensación y porque de verdad deseaba llegar a casa para estar sola. —¿Te gusta esa sudadera? La verdad es que te queda muy bien

—Sí — su voz era ahogada, no conseguía sonar como su voz real. Pero que respondiese hablando ya era un gran avance. Siguió haciendo preguntas de ese estilo sin agobiarla. Dejándola tiempo para pensar y responder. Así continuaron varios minutos. Suficientes para que en el piso superior todos estuviesen atentos a las cámaras del edificio para ver salir el coche del garaje. No habían cruzado una palabra más. Stark miraba todo sintiéndose demasiado culpable sin atreverse a bajar, aunque supiera que estaban allí. Él mismo había tenido problemas y sabía que el daño ya estaba hecho.

Resiliencia | Steve Rogers (LRDLE 2#)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora