Capítulo 35

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Siento haber tardado tanto, cada vez me cuesta más escribir por culpa de la uni y los cursos que estoy haciendo este año. De hecho, este capítulo es muy corto. No obstante, intentaré volver a actualizar una vez por semana. 

Lo siento mucho a aquellos que hayáis dejado la historia por culpa del parón, pero mi salud y mi incapacidad han impedido que siguiera. 

Os quiero mucho a pesar de todo.

Anna 

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Steve tenía la cabeza en otra parte mientras hablaba con Sharon Carter. Mientras ella le preguntaba cómo estaba Rebecca, él solo podía pensar en que había dejado a su mujer en el Kammar Taj estando más enferma de lo que nunca había recordado. Estaba nervioso y distraído, y se arrepentía de no haber tomado la decisión porque tenía la impresión de que no conseguiría ni demostrar la inocencia de Bucky ni salvar a su amada.

—Está bien, dentro de lo que cabe. Ha decidido quedarse con una persona de confianza. — No era del todo verdad, tampoco era mentira. Sam era una buena compañía y parecía estar por encima de la mirada que recriminaba su acción.

—Me alegro y espero que se mejore. — Según había hablado con Rebecca, ellas habían tenido un pique bastante tóxico en el pasado. La mujer también había querido salir con la misma gente que Rebecca y antes había salido con aquel hombre que había retenido a Héctor Ayala. Dios, miraba atrás en el tiempo, y todos los recuerdos recurrentes del presente eran de ella, de sus ojos morados o grises y de su sonrisa fácil. La había abandonado a su suerte.

—Muchas gracias, Sharon. — Encontró su voz, aunque no fue fácil, no cuando no podía saber si estaría bien. La rubia asintió y dejó su mano en el brazo de él unos segundos en señal de apoyo antes de partir. Sam siguió la figura de ella hasta el final de la habitación con una mirada inquisitiva. No le gustaba la manera melosa de tratar a Steve y la manera en que había echado en cara su malestar a Rebecca antes de darse cuenta de cuán real era.

—Tienes que centrarte, Steve. Si no, esto saldrá mal. — pidió su mejor amigo cuando la agente desapareció. No podían distraerse, no hasta el punto en que la mirada perdida del Capitán América estaba vacía y ausente.

—Sam...No sé...

—Steve. Tú lo propusiste y ella eligió para que tú no lo hicieras. No sé si por ti o por ella, para no tener que aguantar que eligieses a Bucky antes que a su enfermedad. — No fue delicado, tampoco quiso serlo. Necesitaba que él reaccionara y empezase a actuar conforme a las consecuencias de sus actos—. No puedes hacer nada, por lo menos ya no. Así que, te vas a limpiar las lágrimas y vas a centrarte porque hagas lo que hagas, eso ya ha pasado. Ella está en Kammar Taj y estará a salvo. Si le pasa algo te llamarán, pero si estás martirizándote por ello todo el rato ambos acabaremos muertos. Céntrate.

—Lo sé, lo sé...— Su gesto aún más mortificado por la realidad en las palabras del moreno. Un golpe en la puerta hizo que se callasen. La chispa de atención volviendo a los ojos de Steve por un momento. Alguien había llamado, pero no abierto.

Sam hizo un gesto y no tardó en acercarse. Tuvo cuidado de no dejarse llevar por el momento. No sabían quién podía ser y no necesitaban ningún ataque.

—¿Sí? — No hubo respuesta. Y tampoco se veía ninguna sombra a través de la puerta. Steve suspiró imperceptiblemente mientras su amigo comprobaba que, en verdad, no había nadie al otro lado—. No hay nadie.

—Alguien ha tenido que llamar. — Steve se acercó con la poca calma que quedaba en su cuerpo antes de atravesar la habitación. Abrió con cuidado para encontrarse con un sobre de color blanco impoluto. Una "S" escrita con pulcra caligrafía y tinta azul destacaba. Lo miró con indecisión unos largos segundos antes de cogerlo.

—¿Qué es?

—No lo sé. — Al abrirlo, una nota apareció. Solo había una dirección y una frase que llamó la atención del hombre. "James Buchanan Barnes está ahí, cuídalo."

—¿Y bien?

—Es la supuesta dirección donde está Bucky.

—¿Tenemos un aliado?

—Más bien, alguien quiere demasiado a Bucky como para dejar que lo maten. — Cogió las cosas sin ningún tipo de reparo. Si no conseguía su cometido después de haber dejado a Rebecca irse, no se lo perdonaría jamás.

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—Tienes mucha fiebre. — Rebecca no necesitaba que la Anciana lo dijera para saberlo. Su temperatura corporal había vuelto a subir tras el viaje entre portales. Era agradable saber que el augurio de su maestra no había sucedido todavía, se habían visto de nuevo. Se estremeció, otra vezz. Los escalofríos y las náuseas se mezclaban en su interior. Se sentía realmente mal. Y el dolor, que al principio creía igual a las anteriores veces, era un poco diferente.

—Sí, me lo imagino. Tengo mucho frío...— La más experimentada dejó un paño húmedos sobre su cabeza. Estaba frío, tanto que consiguió que los dientes de la exagente castañearan.

—Alguien está acercándose todavía más a la gema. — Lo dudaba, porque el único episodio en el que alguien había tocado la gema había visto a esas personas. Ese sentimiento era distinto. Era como si su energía estuviese enfadada, fuera de sí. No entendía el funcionamiento de aquella cosa y tampoco sabía cómo afrontarlo.

—Es distinto, creo que es la propia gema. — Suspiró a la vez que se revolvía entre las mantas. Dios, tenía tantas ganas de sentir los brazos de Steve a su alrededor...En su lugar había preferido que fuese a salvar a su mejor amigo. Había sido imbécil.

—¿Cómo lo sabes?

—Cuando la tocaron, vi a esa persona. Ahora no hay ninguna pesadilla o sueño extraño, solo hay malestar. — Hablar con Tony le vendría bien, estaba segura—. ¿Puedes traerme el móvil? Creo que llamaré a Tony, aunque no puede saber donde estoy.

—No es lo más sensato que llames a nadie desde aquí. — Lo sabía, la ubicación del lugar era un misterio y su mejor amigo no podía saber que Steve pensaba interponerse entre la justicia y Bucky. Tendría que aguantar aquello sola, en compañía de la mujer.

—En ese caso...¿Podrías conseguirme un calmante? — Al final era lo que Tony le decía siempre, la única posibilidad que se le ocurría para frenar aquella locura.

—Hace poco llegó un médico a aprender con nosotros, lo traeré para que mire que es lo mejor.

—Sabes que no servirá de nada, ¿verdad? — Solo podría calmarla como lo habían hecho en el pasado, no había opción a que aquello pudiese frenarse. Ese era el problema. El maldito pedrusco estaba revuelto y con él, su salud.

—Bueno, es inteligente y estudioso. Confío en que lo descubra en algún momento. Y creo que es bueno que os conozcáis. — La Anciana desapareció tras aquella afirmación dejando a Rebecca hundida entre la soledad y el sufrimiento.

—Está bien, en ese caso— dijo a la nada. No estaba bien, al menos no para ella, pero no lo diría en alto. 

Resiliencia | Steve Rogers (LRDLE 2#)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora