4. Mierda, mierda, mierda

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Aquella noche me costó mucho dormir, mi cabeza no paraba de darle vueltas a todo lo que estaba ocurriendo. Cuando por fin conseguí conciliar el sueño, casi había empezado a amanecer.

Al despertar, sentí el cuerpo de Katsuki pegado a mi espalda. Su brazo descansaba relajadamente sobre mi cintura. Entrelacé nuestros dedos y volví a cerrar los ojos, no quería salir de allí.

Unos minutos más tarde, sus labios besaron mi hombro.

- Buenos días - susurré con una sonrisa.
- Mmh... - murmuró aún medio dormido.

Intenté incorporarme pero su brazo me lo impidió.

- Mmh... mmh... - me atrajo más hacia él.
- Katsuki... - hablé con ternura - si haces eso no me puedo levantar...
- Mmh... Ese no es mi maldito problema - murmuró entrelazando sus piernas con las mías.
- Vale... - me reí - cinco minutos más.

Su abrazo era tan cálido que me dormí de nuevo inmediatamente. Cuando volví abrir los ojos, me giré hacia él y vi que me observaba con detenimiento. Le sonreí y me estiré. Katsuki me dio un ligero beso en los labios antes de levantarse y hacer crujir su espalda.

Al salir de la cama, me puse una de sus camisetas y nos sentamos a desayunar en la cocina.

- No sé cómo mierdas puedes comerte eso - Katsuki puso cara de asco mientras yo echaba cereales en un cuenco con leche - Saben a corcho, maldita sea.
- Dijo el que le pone tabasco hasta al yogur - respondí ironica, señalando lo que él estaba haciendo.

Puso los ojos en blanco y sonrió de medio lado. La discusión del día anterior había sido bastante fuerte, pero parecía que estaba tranquilo.

- Katsuki... ¿Está todo... bien? - pregunté insegura.

Respiró profundamente y se concentró en su yogur.

- Podría estar mejor si me explicases qué coño está pasando aquí, - respondió al fin - pero sí - suspiró resignado.

Asentí amargamente y terminé mis cereales. Katsuki recogió la mesa con rapidez. Yo también me levanté para ir a cambiarme de ropa, pero hábilmente me sujetó por la cintura y me sentó sobre el borde de la mesa, quedando de pie entre mis piernas.

Le miré sorprendida y algo ruborizada. Él se mordió el labio, muy cerca de mi cara.

- ¿Qué? Yo todavía no he acabado de desayunar - se relamió, subió su mano por mi muslo y mordió mi cuello.

Mi respiración se aceleró y le sonreí. Rodeé su espalda con mis brazos y le estreché contra mi.

En ese momento, miré de reojo el reloj de la cocina y mi corazón dio un vuelco. Le aparté de golpe.

- ¡Eh! ¡¿Pero qué...?! - gritó molesto.
- ¡Mierda, llego tardísimo! - salí disparada hacia la habitación.
- Maldita sea, esto no pasaría si usases un puto despertador - gruñó siguiéndome y apoyándose en el marco de la puerta - ¿Ese maldito trasto es útil, sabes?
- Mierda, mierda, mierda,... - murmuré poniéndome el pantalón a toda prisa.
- ¡¿Te vas a ir con eso?! ¡Esa camiseta es mía! - me miró frunciendo el ceño.
- ¡Sí, no me da tiempo a cambiarme! - exclamé agobiada - Mierda, mierda, mierda.

Resopló inconforme. Caminé velozmente hacia la entrada y me incliné para ponerme los zapatos.

- Mierda, mierda, mierda - había entrado en bucle.

Hazme explotar 2 (Katsuki Bakugou y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora