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Cinco días habían transcurrido desde que Tanjiro y su compañera comenzaron su riguroso entrenamiento, cada uno en horarios distintos debido a sus obligaciones. Sin embargo, la situación estaba a punto de cambiar, ya que la joven había completado todas sus tareas en la villa.

—Señorita, le estoy profundamente agradecido por su ayuda, lamento cualquier molestia causada —expresó un herrero, inclinándose en señal de respeto.

—No hay motivo para agradecer, ayudar es parte de mi deber —respondió ella con una sonrisa genuina.

Sus manos estaban marcadas por las heridas, testimonio de su arduo trabajo tanto en el entrenamiento como asistiendo a los herreros. A pesar del dolor, guardaba silencio, vendaba sus manos y persistía en su entrenamiento con una determinación férrea.

—¡Tanjiro-san, demasiado lento! ¡Eso fue un desastre! Si no mejoras, ¡tendré que hacer que el muñeco sostenga palos de entrenamiento o no sobrevivirás! Han pasado cinco días, y para tu conocimiento, mañana el muñeco portará espadas reales —advirtió el entrenador con severidad.

En el momento en que Tanjiro parecía a punto de colapsar de agotamiento, una silueta femenina emergió, sosteniéndolo por los brazos y evitando su caída. Kotetsu, al reconocer el cabello de la joven, supo de inmediato quién era.

—¡Has llegado temprano hoy! —exclamó con alegría.

—Parece que el entrenamiento ha sido duro —observó _______, mientras Tanjiro se apartaba avergonzado—. Toma, esto es un regalo de los aldeanos —dijo, entregándole unos onigiris que Tanjiro devoró sin demora.

—¡No deberías darle comida! ¡Aún no ha terminado su entrenamiento!

—A juzgar por su aspecto, lo estás empujando demasiado. ¿Has sido un buen maestro?

—¡Claro que sí! Si completa el entrenamiento, recibe agua y comida. ¡De lo contrario, nada!

Ella respondió con un suave golpe en su frente—. ¿Y si tu maestro te dejara sin comer por no haber reparado el muñeco? ¿Cuánto tiempo podrías aguantar hasta arreglarlo?

—Dos... tres días... No estoy seguro —murmuró él.

—Imagina pasar esos días sin agua ni comida; no llegarías al tercer día —replicó ella, entregándole otro onigiri—. De ahora en adelante, no los dejaré solos...

Mientras Kotetsu se sentía avergonzado por la reprimenda, Tanjiro miraba a su salvadora con ojos de gratitud, viéndola como su ángel guardián que aparecía en los momentos más difíciles. Continuó comiendo, admirando la generosidad de su amada.

—¿Quieres más? —preguntó ella.

Con un asentimiento rápido, Tanjiro aceptó la oferta, y ella le sonrió con ternura.

La tensión en el aire era palpable mientras los cazadores se enfrentaban al muñeco, atacando por turnos con una sincronización casi perfecta.

—«Este aroma... no es el de una oportunidad», pensó Tanjiro, revitalizado tras la comida que le ofreció su compañera. El olor le guiaba, anticipando los movimientos del enemigo.

En el fragor del combate, la espada de Tanjiro se quebró, dejándolo vulnerable. —¡______! —gritó, justo cuando su compañera interceptaba el ataque, ahora con espadas reales.

Con un ágil salto, ella encontró una apertura, y aunque su cabello fue ligeramente cortado, logró dividir la cabeza del muñeco en dos, cayendo en los brazos de un atento Tanjiro.

—¡Te tengo! —exclamó él, preocupado, pero su atención se desvió hacia la espada incrustada en el muñeco que acababa de caer. —K-Kotetsu-kun, ¡hay algo aquí! ¿Qué es eso?

Luna de Amor | Tanjiro Kamado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora