Prólogo

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Sintió un puñetazo en su nariz, seguido de otro en su pómulo izquierdo. El sabor metálico de la sangre se había mezclado con su saliva, sintiendo repulsión. Numerosos hilos de sangre recorrían su rostro hasta su boca y barbilla, pero aunque estuviera recibiendo golpe tras golpe, no le dolían en absoluto. Había algo aun más doloroso en ese momento para ella: la habían traicionado, pero lo que le aliviaba a su vez, es que no lo habían hecho del todo bien, ya que tan solo aquellos dos hombres frente a ella sabían un pequeña parte de la verdad, y aunque intentaran sonsacarla todo...

Nunca hablaría.

E intentaría no hacer ninguna mueca de dolor.

No les iba a dar ese placer de verme vulnerable o acobardada en este punto.

- ¡Habla! - Gritó a centímetros de su rostro antes de propinarle un puñetazo en la mandíbula.

- Creo que ya es suficiente - Su compañero lo separó de la joven - ,tenemos que esperar a...

- ¡Ahora mismo, me importan una mierda los jefes! Si descubrimos todo ahora, mejor - Tomó el mentón ensangrentado de la chica; obligándola a mirarlo, aunque los golpes que había recibido y la sangre le impedía abrirlos del todo - ¿Sigues sin querer hablar?

Los ojos azules de la chica conectaron con los de él. No mostraban nada, ni miedo, ni odio, ni si quiera una pequeña lágrima en estas dos últimas horas de golpes y torturas a manos de ellos. Se la veía tranquila y despreocupada, aunque se notaba que le costaba respirar y mantenerse consciente.

- Bien... - Se separó unos pasos y sacó su arma de una cartuchera que llevaba en el cinturón - Al parecer no ha tenido suficiente, así que...

- ¡No sabemos si los rumores son ciertos! - Intentó quitarle el arma, pero lo alejó de un empujón dejándolo vía libre.

Tomó la pistola por el cañón y propinó un culatazo en la sien de la chica, haciendo que la silla cediera y cayera hacia un lado. Se inclinó sobre ella, pero antes de que pudiera darle otro golpe se escucharon dos disparos, desde la puerta de la oscura habitación. Acto seguido, ambos hombres cayeron al suelo con un disparo en la cabeza.

- Nunca aprenden... - Se quejó el más mayor guardando su pistola con un suspiro - Todos son unos putos incompetentes - Se adentró en la habitación.

- Ni que lo digas... - Susurró su amigo guardando su arma con molestia, hasta que percibió a la chica tirada en el suelo - ¿Qué demonios...?

Se acercó con rapidez, le tomó el pulso, notando que era casi inexistente, por no hablar de los golpes y heridas que adornaban su cuerpo. La respiración era entrecortada y leve, lo que pareció preocuparle.

- Odio que hagan las cosas sin consultarme - Bufó su acompañante mientras se arreglaba la gabardina negra despreocupadamente.

- ¿Pero por qué le han hecho esto? - Susurró confuso mientras intentaba desatarla - Está muy mal herida... - Comentó mirándolo de reojo.

- No creo que tarde mucho en morir, aunque será una gran perdida - El sonido de unos pasos apresurados les hizo mirar hacia la puerta, viendo a la mano derecha de ambos con arma en mano.

- Escuché disparos - Frunció el ceño confundido.

- Sí, necesitaban un poco de disciplina - Sonrió levemente - ¿Por qué no les estabas vigilando, Lexis? - Interrogó caminando por la habitación, haciendo que sus mocasines negros resonaran entre las cuatro paredes.

- Acabo de volver de la entrega que me encargaste esta mañana - Bufó.

- ¿Tienes idea de por qué le han pegado una paliza? - Preguntó acercándose a uno de los cuerpos y moviéndolo con uno de sus pies, hasta que quedó boca arriba.

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