Existen puertas que no deberían abrirse, no importa si te quedaste encerrado.
Clac, clac, escuché el cerrojo junto con el deslizar de la puerta, luego unos pasos y el sonido que emitía una bandeja metálica al colocarse sobre una superficie.
—Sé que estás despierto —dijo una dulce voz femenina—, no tienes que fingir. Te has portado bien desde que llegaste —expresó con serenidad—, no lo arruines —subrayó con tono serio.
«¡Mierda! ¿Qué se suponía que hiciese?», me pregunté con desespero. Haberme hecho el dormido, fue lo mejor que se me ocurrió.
—¡Au! —reaccioné, abriendo los ojos y levantándome de golpe.
—Lo ves, yo tenía razón. Es hora de comer, con esto te recuperarás más rápido. Crecerás sano y fuerte —transmitió con tono juguetón mientras guardaba un escalpelo en el bolsillo de su pecho.
«¡Está loca!», grité disimulando lo nervioso que estaba. Me había pinchado con ese escalpelo solo porque sí. Ella rodó una mesa de cama, ubicándola sobre mis muslos. Me senté en silencio sin saber qué hacer.
Se movía con ligereza y un aspecto encantador, lucía una piel viva con los labios colorados de un atractivo rojo. Su cabello estaba sujetado en forma de cebolla con un fleco que cubría su frente y casi tocaba sus cejas. Tanto el cabello como las cejas eran rojo anaranjado natural, y vestía un uniforme de médico turquesa claro. El sonido de su voz inspiraba una confianza capaz de animar a los enfermos a sanar, y a los moribundos a aceptar su viaje al más allá. Sin duda era un elemento perfecto para el engaño. Por otro lado, mis ojos no se alejaban de la comida, en verdad, se veía y olía muy deliciosa.
—Tómala —dijo con optimismo—, es para ti. —Se quedó mirándome, pues su encanto no lograba convencerme a abandonar el silencio de mi postura—. Ya veo, no confías en mí. No te preocupes —aclaró entre risas—, no está envenenada ni tiene algún artefacto como una minibomba.
«Decirle eso a alguien, evidentemente, demostraba que eras de esos individuos que amaba ver arder al mundo», me dije. Eso justificaría el intenso color de sus cabellos.
—Que te la comas —ordenó con una voz entre dientes.
—¡S-sí, señora! —respondí, nervioso, y en seguida tomé la cuchara.
Su dulce expresión, por un momento, había cambiado a una más terrorífica, recordándome que ella también participaba en esta competencia por alguna oscura razón. No tuve más opción que obedecer, además, se esforzaba por ser linda y gentil, sería mejor no hacerla enojar.
Elevé una cucharada de caldo frente a mi cara, pensando en la multitud de venenos, drogas y cosas peligrosas que pudieron haber agregado. Cerré los ojos y, asumiendo todo riesgo, la llevé a mi boca.
—¿Te gusta? —preguntó con amabilidad.
—¡Mmm! Está buenísima. Parece hecha por los ángeles —manifesté con emoción.
Su sabor ahogó mi paranoia, algo así de bueno no podía contener muerte. Era lo más exquisito que había probado en este supermercado.
—La señorita Kuwamori prepara las mejores ensaladas y sopas. Da lo mejor de lo mejor a sus pacientes —expresó con admiración.
—Disculpa, ¿te puedo preguntar algo? —hablé.
—Claro. Al fin te abres.
—¿Cómo me encontraron? —pregunté, colocando la cuchara a un lado del tazón y con la mirada en desánimo—. Yo di por sentado mi muerte.
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Skull super market
ActionUna oscura y poderosa organización crea una competencia sangrienta que parece sacada de una historia de vivo terror, donde un incontable grupo de criminales deberán batirse en duelo y hacer todo lo posible por sobrevivir como su instinto lo demanda...